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9 junio 2019 7 09 /06 /junio /2019 23:00
Viñeta: Ramses

Viñeta: Ramses

La devastación ambiental que caracteriza nuestro tiempo no tiene precedente en la historia del planeta ni las culturas. Ha habido civilizaciones que han provocado desastres ambientales, pero nunca antes se habían mundializado, desequilibrando los propios flujos y sistemas naturales que sostienen la vida en el planeta. El capitalismo y su civilización petrolera, el modelo de producción y consumo industrial y basado en combustibles fósiles (petróleo, gas, carbón) provocó este desastre en poco tiempo, acelerado en las últimas décadas

Silvia Ribeiro (Investigadora de ETC Group.)

Continuando con la exposición de la teoría de los pioneros Manfred Max-Neef, Antonio Elizalde y Martin Hopenhayn sobre el Desarrollo a Escala Humana (1986), habría que exponer lo que podemos llamar una Matriz de necesidades y satisfactores. Es decir, los satisfactores pueden ordenarse y desglosarse dentro de los cruces de una matriz bidimensional que, por un lado, clasifica las necesidades según las categorías existenciales de ser, tener, hacer y estar, y por otro, las clasifica según categorías axiológicas de subsistencia, protección, afecto, entendimiento, participación, ocio, creación, identidad y libertad. En la intersección entre cada una de ellas colocaremos los satisfactores adecuados. Por supuesto, la matriz que vamos a presentar aquí (la propuesta por los autores de referencia) sólo es un ejemplo de tipos de satisfactores posibles. De hecho, cada persona o cada comunidad puede construir y llenar los suyos según sea su cultura, su tiempo, su lugar o sus circunstancias, o bien según sus limitaciones o aspiraciones. De la observación de los distintos casilleros de la matriz que contienen propuestas de satisfactores posibles, se desprende que muchos de los satisfactores indicados pueden dar origen a diversos bienes económicos. Si se escoge, por ejemplo, la casilla de la matriz que indica formas del Hacer para satisfacer la necesidad de Entendimiento (casilla 15), se encuentran satisfactores como investigar, estudiar, experimentar, educar, analizar, meditar e interpretar. Ellos dan origen a su vez en la práctica a determinados bienes económicos, según sea la cultura, su evolución o sus recursos, tales como por ejemplo papiros, libros, revistas, instrumentos de laboratorio, herramientas, computadoras y otros artefactos. Pero como los autores advierten, la matriz propuesta es únicamente ilustrativa, no es exhaustiva, es decir, no agota los tipos de satisfactores posibles. Se propone únicamente como herramienta de orientación, de concreción y de análisis. En la siguiente figura exponemos dicha Matriz de Necesidades-Satisfactores en su primera parte, es decir, la que recoge las necesidades de Subsistencia, Protección, Afecto, Entendimiento y Participación:

Matriz de Necesidades y Satisfactores. Fuente: Max-Neef et all (primera parte)

 

La lectura de la matriz es bien simple: el eje existencial de las necesidades se plantea arriba (Ser, Tener, Hacer y Estar) y el eje axiológico de las mismas se plantea en la primera columna vertical (Subsistencia, Protección...). En la intersección de cada fila y columna, se encuentran los ejemplos de satisfactores propuestos en primera instancia por los autores. Recomiendo a los/as lectores/as sitúen el zoom de su navegador al nivel adecuado para ver correctamente el contenido de las casillas. Ahora mostraremos la segunda parte de la Matriz, es decir, la que recoge las necesidades de Ocio, Creación, Identidad y Libertad:

Matriz de Necesidades y Satisfactores. Fuente: Max-Neef et all (segunda parte)

 

Una vez hemos completado la matriz, comentemos algunos ejemplos de ella. Por ejemplo, el satisfactor ligado a Tener Libertad (casilla 34) sería la igualdad de derechos. O por ejemplo, los satisfactores ligados a Estar para la necesidad de Creación serían (casilla 28) los ámbitos de producción y retroalimentación, tales como talleres, ateneos, agrupaciones, audiencias, espacios de expresión y libertad temporal. Obsérvese también que el satisfactor "trabajo" aparece en varias casillas de la matriz, expresando en cada una de ellas un tipo, variante, modelo o adaptación del satisfactor para satisfacer necesidades concretas en ámbitos existenciales distintos. Pero obsérvese también que, debido a ello, no debemos entender "trabajo" bajo la única acepción dominante de la sociedad capitalista, es decir, el realizar o llevar a cabo alguna actividad considerada productiva y remunerada. El satisfactor "trabajo" debe entenderse, en sentido general, como cualquier ocupación a la que le dediquemos nuestra pasión, nuestras capacidades, nuestra sensibilidad y nuestra inteligencia, que nos llene un tiempo determinado, y que nos satisfaga realmente en su dimensión concreta, independientemente o no de si es productiva o rentable desde el punto de vista capitalista. Dejo la matriz a mis lectores y lectoras para que la examinen con calma, y sobre todo reflexionen hasta qué punto vivimos o no en un mundo y una sociedad que nos proporciona todos los satisfactores que necesitamos. Continuaremos en siguientes entregas.

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6 junio 2019 4 06 /06 /junio /2019 23:00
Viñeta: Eneko

Viñeta: Eneko

La idea de consagrar el derecho a la energía como un derecho fundamental es una manera de reforzar un derecho humano básico a una vida digna, independientemente de cualquier otra consideración relativa a la capacidad económica, condición social, raza, sexo, etc. Sobre todo si se tiene en encuentra que se trata de un derecho instrumental para el ejercicio de otros derechos fundamentales (como el derecho a la salud, a la educación o la alimentación…), derechos irrenunciables para nuestro desarrollo

Cecilia Sánchez (Comisión de Energía de Ecologistas en Acción)

En la entrega anterior expusimos el fenómeno de las puertas giratorias, y pusimos el foco de atención en su relación con el oligopolio que estas empresas representan, y por ende, el enorme poder que ostentan en nuestro país. Sin ir más lejos, y para que nos hagamos una leve idea, este artículo del medio Infolibre nos contaba en febrero de 2017 que las compañías eléctricas habían disparado sus beneficios. Concretamente, Iberdrola había ganado 2.705 millones de euros en 2016 (lo que representaba casi un 12% más con respecto al año anterior), elevando hasta un 11% sus dividendos. Por su parte, Endesa y Red Eléctrica aumentaron un 30% y un 5% respectivamente sus beneficios en 2016, precisamente un año de subidas constantes del recibo de la luz, como señala este otro artículo del mismo medio. La pregunta es obvia y apunta a una realidad indignante: ¿Cómo es posible que mientras los beneficios netos de estas grandes compañías no paran de aumentar, la pobreza energética sea una realidad al alza en nuestro país? Habría que partir de la base de considerar el derecho a la energía como un derecho humano fundamental (además de una cuestión de soberanía a nivel de los pueblos). Pero debido al más flagrante ultraneoliberalismo que nos gobierna, resulta que este derecho únicamente obedece a un mercado (cada vez más desregulado), como ya ocurre para otros derechos, como el de la vivienda. Y aquí es donde entra al pelo la cita de entradilla de Cecilia Sánchez, que escribe sobre el asunto en este artículo para el medio Contrainformación, que seguiremos a continuación. Al ser considerado como derecho humano fundamental, habría que dotarlo de mayores garantías jurídicas para hacer efectivo su ejercicio y su disfrute. En efecto, el derecho humano a la energía está ya expresamente recogido en numerosos tratados internacionales, aunque como siempre, los Estados vayan con un enorme retraso en estos asuntos (los que tienen que ver con la protección de los derechos fundamentales de su población). 

 

Como se indica en el artículo de referencia, el Comité Económico y Social Europeo estimó en 2013 que en la Unión Europea la pobreza energética afectaba a más de 50 millones de personas que tenían dificultades para abonar las facturas de la energía, o veían limitado su acceso a la misma debido a bajos ingresos, viviendas con un pésimo aislamiento térmico, equipamientos con escaso rendimiento o elevados costes de la energía. Otras fuentes menos conservadores estiman que dicha cifra podría aumentar hasta los 125 millones de personas en el contexto de los países europeos. Según el estudio "Pobreza energética en España" publicado por la Asociación de Ciencias Ambientales en 2018, en nuestro país 6,8 millones de personas (el 15% de la población) declararon tener dificultad para mantener su vivienda a una temperatura adecuada o retrasos en el pago de las facturas de energía, y 900.000 personas (el 2% de la población) dejaron de disponer de sus fuentes habituales de energía doméstica por dificultades económicas, tanto por no poder pagar dicha energía (autodesconexión) como por haber tenido algún tipo de corte en el suministro energético. Además, se calcula que 5,4 millones de personas (el 12% de la población) declaraban gastos energéticos usualmente bajos (lo que se conoce como "pobreza energética escondida"), porque no podían afrontar unos gastos superiores. La Encuesta de Condiciones de Vida (ECV) fue la herramienta estadística mayoritariamente usada para obtener estos datos. Ante esta terrible realidad, es evidente que reclamar el derecho a la energía como un derecho humano fundamental es algo vital y urgente. Muchos son los factores responsables de esta desigualdad energética que nos afecta, y ya vamos perfilando algunos de ellos. La complicidad del poder económico (que estas grandes empresas privadas representan) con el poder político es un factor a considerar, así como la erradicación de un terrible, confuso y demencial mercado energético. 

 

Pues bien, vayamos al meollo de la cuestión. Si estamos de acuerdo en que la energía ha de ser considerada como tal derecho humano, hay que comenzar por entenderla como un bien común y no como una mercancía. Está encuadrada en el grupo de los derechos económicos y sociales, y al igual que el resto de los derechos de última generación ( o derechos emergentes), gira en torno a la solidaridad, dado que puede afectar tanto a la generación actual como a las generaciones futuras. Y como explica Cecilia Sánchez: "El agotamiento de los recursos fósiles, el escenario de crecimiento de consumo energético, la alta dependencia del exterior, el cambio climático y el gran aumento de la pobreza energética en los últimos años, nos hace configurarlo necesariamente como un derecho humano a una energía asequible, renovable o sostenible, fiable y moderna para todos y todas". En la siguiente figura se esquematiza la interdependencia de todos estos factores:

Derecho Fundamental a la Energía. Fuente gráfico: Cecilia Sánchez

Derecho Fundamental a la Energía. Fuente gráfico: Cecilia Sánchez

Estas características a las que antes hemos aludido relacionan el derecho humano fundamental a la energía con otros derechos de última generación, a saber:

 

1.- Asequible, porque se ha de poder adquirir a un precio razonable por razones de justicia social. Jamás el precio de la energía puede disuadir a cualquier persona o familia de su consumo. Lo ideal es conseguir que exista un servicio público, gratuito y universal que suministre a todas las personas este recurso básico. O en su defecto (como se propone también para el derecho a la vivienda), que los gastos ocasionados por el consumo energético nunca superen un determinado porcentaje de los ingresos (definido en función de la renta).

 

2.- Renovable o Sostenible, porque nos encontramos a nivel medioambiental en un punto sin retorno donde no podemos seguir quemando más combustibles fósiles sin poner en peligro el derecho al medio ambiente y el desarrollo sostenible de los pueblos. En este sentido, dicho derecho ha de garantizar un plazo, transcurrido el cual la energía consumida será obtenida de fuentes limpias y renovables (energía solar, eólica, etc.).

 

3.- Fiable o Segura, no solo en cuanto a que se pueda garantizar el abastecimiento de la propia energía, sino en cuanto a que no ponga en peligro otro derecho humano fundamental como es el derecho a la paz, amenazado gravemente por la industria nuclear. A este respecto, debe definirse y respetarse un calendario de cierre definitivo de las centrales nucleares. 

 

4.- Moderna, porque ha de asegurarse que las tecnologías utilizadas no pongan en peligro el derecho a la intimidad (derecho igualmente fundamental, y uno de los aspectos protegidos por el derecho a la libertad informática). 

 

Continuaremos en siguientes entregas.

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4 junio 2019 2 04 /06 /junio /2019 23:00
Hacia otra Política de Fronteras (50)

En una sociedad racista y machista, no basta con no serlo, hay que ser antirracista y feminista

Angela Davis

En la Unión Europea no solo se practica la política de "externalización" de fronteras, de refuerzo de seguridad de las mismas y de rechazo al inmigrante, sino que además existen muros físicos que detienen a los mismos, y los obligan a quedar recluidos en enormes campos a cielo abierto, o tener que jugarse la vida para conseguir alcanzar sus destinos. Por ejemplo, nos encontramos el muro entre Francia e Inglaterra, en el puerto de Calais, para impedir que los migrantes salten del país galo al británico, y que fue financiado por éste último. Otros ejemplos en Europa son el muro construido por Hungría en 2015 (el gobierno húngaro de Viktor Orbán es de los más beligerantes en este sentido), con 175 km. de longitud, para detener a los migrantes provenientes de Serbia y Croacia; o el construido en Bulgaria, de similares dimensiones que el anterior, para detener el flujo proveniente de Turquía, alimentado principalmente por la guerra en Siria, o los que existen entre Austria y Eslovenia, y entre Macedonia y Grecia. La vocación racista y militarista que subyace tras la construcción de todos estos muros es evidente. Mediante loas a supuestas "invasiones" y a la pérdida de la identidad cultural europea, los discursos intolerantes hacia los flujos migratorios van calando en una ciudadanía global muy martilleada por los efectos de la globalización neoliberal. Y a todo ello, los motivos para las migraciones forzadas no dejan de aumentar. Sólo tenemos un nexo común: las personas migrantes forzosas responden siempre a procesos de criminalización y estigmatización. No podemos olvidarlo. Sus vidas normalmente han sido truncadas. Quizá el último motivo a añadir a esa diabólica lista son los refugiados o desplazados climáticos o medioambientales. Se entiende por tales a aquéllas personas (puede aplicarse incluso a pueblos enteros) que se han visto obligados a migrar a otros lugares del mundo por la degradación medioambiental experimentada en sus tierras de origen. Las causas de las mismas se pueden deber a razones naturales (tifones, huracanes, tsunamis, terremotos...) o a acciones humanas, las cuales han provocado efectos sobre el clima que han minado sus sistemas de sustento. 

 

Curiosamente, los refugiados climáticos proceden de países que contaminan muy poco al mundo, por lo cual la perversidad de esta causa es manifiesta. Nos hacen falta, debido a que este fenómeno tiende también a expansionarse, nuevas políticas de fronteras con visión humanista y solidaria, que aboguen por un mundo sin muros y sin fronteras, hasta alcanzar la idea de ciudadanía universal. Este concepto ha sido definido en la última Conferencia Mundial de los Pueblos (Bolivia) en 2017, y volveremos a él posteriormente. Ante tanta confusión, será mejor que aclaremos un poco el asunto de la nomenclatura, con ayuda de este artículo de Juan Hernández Zubizarreta, Profesor de la Universidad del País Vasco y miembro del Observatorio de Multinacionales en América Latina (OMAL). A esta confusión, evidentemente, están contribuyendo todos los países de la UE (siguiendo la estela de USA), al reinterpretar de forma maliciosa las normas nacionales e internacionales, creando un grado de confusión que alimenta el caos actual que estas personas sufren. ¿Quiénes son refugiados/as? ¿Quiénes son personas migrantes? El Profesor Hernández Zubizarreta explica: "Aunque es evidente que todos y todas son seres humanos, la respuesta jurídica, es decir, la calificación como personas refugiadas o migrantes económicas les coloca en una situación de mayor o menor vulnerabilidad cotidiana. Los proyectos de vida se truncan según dicha calificación, y lo que es más grave, todos ellos se encuentran en espacios que transitan entre la desregulación, la discriminación, la impunidad, los limbos jurídicos y los espacios sin derechos". Es decir, que a la complejidad del panorama jurídico, se le suma la falta de voluntad política para aplicar los tratados de forma justa. De entrada, el concepto de persona refugiada y el marco jurídico recogido en la Convención sobre el Estatuto de los Refugiados (1951) y el Protocolo de 1967, resultan claramente insuficientes. Por otra parte, las migraciones económicas se presumen voluntarias, pero ocultan los desplazamientos forzados.

 

Además, los millones de personas y pueblos que emigran por causa del caos climático y por el modelo y proyectos de desarrollo capitalista y heteropatriarcal se enfrentan a un vacío político, social, legal y humano. ¿Dónde encajarían personas homosexuales que se ven obligadas a huir de su país por motivos de represión por su condición sexual? ¿Dónde encajarían familias completas que lo han perdido todo por causa de un fenómeno climático violento y destructor? Es evidente que las realidades humanas han de tener cabida en nuevos contextos jurídicos más amplios y adaptados a las nuevas realidades mundiales. ¿Es justo que estas personas tengan que atravesar muros? ¿Obedecen quizá a motivos políticos? ¿Dónde situamos los límites para describir y amparar la realidad de estas personas? Quizá la definición más completa sea la que aportan Raquel Celis y Xavier Aierdi en su texto "¿Migración o desplazamiento forzado? Las causas de los movimientos de población a debate", perteneciente a la colección "Cuadernos Deusto de Derechos Humanos" (2015) cuando afirman: "El desplazamiento forzado sería el cambio involuntario de lugar de residencia de una persona o grupo de personas, viéndose obligadas a huir, a abandonar su residencia habitual, para proteger su vida o integridad, independientemente de que suponga o no cruzar la frontera estado-nacional como consecuencia de: una violación grave o sostenida o sistemática de derechos humanos (incluyendo los derechos civiles, políticos, económicos, sociales y culturales); una violación masiva de los derechos humanos; la violencia generalizada; los conflictos armados; las catástrofes y desastres naturales o provocadas por el ser humano y la implementación de proyectos de desarrollo a gran escala". Y añaden: "También se considera desplazamiento forzado el que sufren las personas que han migrado por cualquier otra causa pero se encuentran en riesgo de sufrir torturas o tratos inhumanos o degradantes en caso de ser devueltas a sus países de origen o a terceros países". Creemos que aquí se recoge la pluralidad y amplitud de la casuística estudiada, y que además, el contexto internacional necesita ser adaptado a ella de forma consecuente. 

 

Expresado en otros términos, el derecho internacional debe recoger la profunda correlación existente entre la violación de los derechos humanos y las migraciones forzadas. Hay que ampliar la actual visión estrecha de los derechos humanos, hay que rebasar su enfoque liberal y limitado, que los circunscribe a los ámbitos político y civil (el clásico "derecho de asilo político") y ampliar sus bases universales, indivisibles e interdependientes. El derecho internacional en materia de desplazamiento forzado de personas debe adecuarse a los actuales contextos donde se fuerza a las mismas a migrar, recogiendo todos los casos expresados anteriormente, y otros que puedan ir surgiendo ante nuevas circunstancias. El objetivo es evidente: proteger de forma global e integral a todas las personas y pueblos que se vean obligados a desplazarse por cualesquiera motivos. Como estamos comprobando, actualmente en el panorama internacional, las múltiples causas que atraviesan la calificación de los desplazamientos forzados, dificultan la tipificación de todos y cada uno de los derechos vulnerados. Nuestro cruel mundo de hoy no protege a todas las personas ante el derecho a la vida, el derecho de asilo, de la omisión de socorro, de la protección a la infancia, de la no detección y protección de las víctimas de trata, de la esclavitud, del hambre, de las expulsiones, de las migraciones medioambientales, de la guerra, de la violencia sistemática, de la tortura, de los tratos inhumanos o degradantes, de las violaciones y vejaciones, de la explotación laboral, de las redadas racistas, de los vuelos de deportación, de la prostitución forzosa...¿Resuelven los muros estos problemas o los enconan? ¿Son la solución para los mismos, o representan una mayor impunidad para quienes los perpetran? ¿Suponen un enfrentamiento con el problema o una huida hacia adelante en relación a los mismos? La comunidad internacional no puede por más tiempo hacer dejación de sus funciones. Los diversos foros del derecho internacional han de actuar de forma valiente y en consecuencia. 

 

La Declaración Universal de los Derechos de los Pueblos (Argel, 1976) establece que todo pueblo tiene derecho a existir, al respeto de su identidad nacional y cultural. Y que todo pueblo tiene el derecho de conservar en paz la posesión de su territorio, y de retornar allí en caso de expulsión. También proclama que nadie puede ser, debido a su identidad nacional o cultural, objeto de masacre, tortura, persecución, deportación o expulsión, o ser sometido a condiciones de vida que puedan comprometer su identidad o la integridad del pueblo al que pertenece. A la luz de las nuevas realidades, nos parece que la Declaración de Argel debería ser reinterpretada y adaptada a estas nuevas realidades transnacionales, no dejando fuera de dicha protección universal a las personas desplazadas forzosas. Porque, tal como se pregunta Hernández Zubizarreta en el artículo de referencia: "En estos tiempos en que millones de migrantes deambulan de un lugar a otro del planeta global, ¿por qué no reclamar --siguiendo la estela de Argel-- que sean considerados sujetos de pleno derecho, como si de "un nuevo pueblo se tratase" con identidades heterogéneas de carácter transnacional al que hay que proteger y dotar de derechos y obligaciones vivan donde vivan?". O bien expresado en otros términos: si nuestra realidad planetaria es la que es, si hemos llegado a este punto, donde millones de personas desplazadas forzosas han dejado el lugar que les vio nacer...¿por qué no somos consecuentes y les dotamos también, en línea con la Declaración de Argel, de protección a sus derechos a todas estas personas? ¿Por qué no promovemos un contexto legal internacional que los proteja donde se encuentren? Es exactamente lo que deberíamos hacer para, al menos y de momento, adecuarnos a una trágica realidad vital que afecta a millones de migrantes en el mundo. Es cierto que hoy son ellos, pero quizá mañana puede tocarnos a nosotros. ¿O es que acaso algún país, Estado, nación, pueblo o comunidad del planeta está definitivamente a salvo de sufrir los terribles efectos de las migraciones forzadas? Continuaremos en siguientes entregas.

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2 junio 2019 7 02 /06 /junio /2019 23:00
Viñeta: Emrah Arikan

Viñeta: Emrah Arikan

Decís que por encima de todo queréis a vuestros hijos, pero en cambio les estáis robando el futuro

Greta Thunberg (pionera y líder internacional del movimiento “Fridays for Future”)

El caos civilizatorio en el que nos encontramos nos insta a concebir la interrelación de todos los problemas, ya sean éstos políticos, económicos o sociales. El Desarrollo a Escala Humana y el Buen Vivir nos están intentando transmitir que solo un enfoque transdisciplinario de los problemas nos permitirá comprender de qué manera la economía influye en la política, y viceversa, y hasta qué punto los problemas sociales están estrechamente intrincados, a su vez, con la política y la economía. Entonces, si las políticas económicas diseñadas por los economistas afectan a la sociedad al completo, estos economistas ya no pueden pretender que su única preocupación sean los problemas económicos. La crisis civilizatoria es de una magnitud tal que un cambio de paradigma se vuelve imprescindible. Avancemos por tanto en la implementación concreta del Desarrollo a Escala Humana. Debemos entender que el desarrollo se refiere a las personas, y no a los objetos, al igual que los países se deben a sus poblaciones, y  no al contrario. Si el PIB por ejemplo es un indicador para comprobar cuánto ha crecido la economía (por ejemplo, cuántos coches hemos fabricado), y estamos viendo que estos indicadores no nos indican cuánto ha avanzado la calidad de vida de la gente, necesitamos otros indicadores que midan el crecimiento cualitativo de las personas. Ese nuevo paradigma, a la luz de todo lo referido sobre el Desarrollo a Escala Humana, debería reflejarse en un cambio cultural, consecuencia fundamental de abandonar ciertos satisfactores tradicionales para reemplazarlos por otros nuevos y diferentes. La meta debería ser la satisfacción completa de todas nuestras necesidades, ya que cualquier necesidad humana fundamental que no sea adecuadamente satisfecha revela una pobreza humana (ya hemos comentado que el concepto de pobreza no debe ser únicamente economicista). 

 

Por ejemplo, la pobreza de subsistencia (debido a alimentación y abrigo insuficientes), la pobreza de protección (debido a sistemas de salud insuficientes, a la violencia, a la carrera armamentista, etc.), la pobreza de afecto (debido al autoritarismo, a la opresión, a las relaciones de explotación con el medio ambiente natural, etc.), la pobreza de entendimiento (debido a la deficiente calidad de la educación), la pobreza de participación (debido a la marginación y a la discriminación de las mujeres, los niños y las minorías), la pobreza de identidad (debido a la imposición de valores extraños a culturas locales y regionales, emigración forzada, exilio político, etc.), y así sucesivamente, generan en el ser humano multitud de tipos o formas de pobreza. Pero a su vez, estas pobrezas generan patologías, cada vez que se rebasan los límites críticos de intensidad y de duración de las mismas. Por ejemplo, consideremos la situación de desempleo prolongado. Es evidente que si dicha situación se mantiene en el tiempo, provocará una perturbación total del sistema de necesidades fundamentales de las personas que lo sufran. Debido a los problemas de subsistencia, la persona se sentirá cada vez menos protegida; las crisis familiares y los sentimientos de culpa pueden destruir las relaciones afectivas; la falta de participación dará cabida a sentimientos de aislamiento y marginación, y la disminución de la autoestima podrá fácilmente provocar con el tiempo una crisis de identidad. Es fácil comprobar, entonces, la estrecha relación entre la insatisfacción de necesidades fundamentales y la generación de determinadas patologías, si estas situaciones se cronifican. Si ello afecta a muchas personas, podemos hablar de patologías colectivas de la frustración, cuando dichas insatisfacciones crónicas afectan a colectivos completos, o a porciones significativas de la población. El enorme montante de la deuda pública, por ejemplo, también puede ser responsable de otro tipo de patologías colectivas. Con el fin de pagar a nuestros acreedores (otros países y terceras instituciones, normalmente financieras), una gran cantidad de países y sus poblaciones tendrán que someterse, a costa de quedar debilitados y enfermos, patologías que engendrarán, a su vez, otros problemas económicos, que volverán a influir en la insatisfacción de necesidades. 

 

Todos estos problemas, por tanto, no solo poseen componentes económicos, sino también psicológicos y sociales. Planes de "ajuste estructural" generan en el conjunto de la ciudadanía nuevos problemas económicos y nuevas patologías, estrechamente interrelacionados entre sí. Los sacrificios y privaciones de estas necesidades fundamentales se ven atacados en cascada, y a la larga provocan generaciones completas de ciudadanos "perdidas" ante tanta frustración. ¿Viven bien estas personas? Cualquier análisis de acercamiento superficial nos diría que no. Las mismas personas que han sufrido en sus carnes estos efectos nos confiesan que no. Llega incluso un momento crítico donde la falta de expectativa vital y la crisis en varios ámbitos que sufren estas personas, pueden conducirlas (de hecho ocurre) a fatales consecuencias, como el suicidio. Personas que pierden la vida, después de intentar ganarla durante mucho tiempo. El agotamiento psicológico provocado por la insatisfacción de estas necesidades fundamentales es, como se ve, aterrador. Estas son las consecuencias de concebir estos procesos económicos desde enfoques estrechos, tecnocráticos y reduccionistas, responsables de crear dichas patologías sociales colectivas. El aislamiento, la marginación, la exclusión social y la frustración de proyectos de vida va minando la vida de estas personas. A su vez, cuando alcanzan situaciones límite, la propia sociedad comienza a verlos como auténticos desechos humanos, gente que no sirve para nada. El perverso círculo, entonces, se retroalimenta. Por su parte, el embrutecimiento social y mediático, y el miedo son factores que incrementan y favorecen estas terribles situaciones. Y así, llamamos "mundo libre" a un mundo repleto de las más obscenas desigualdades y violaciones de los derechos humanos. En nombre del "pueblo" se instituyen sistemas donde el pueblo debe únicamente acatar, de manera obediente, los dictámenes de un Estado autoritario y represor, todopoderoso y antidemocrático. Marchas de protesta que se oponen a este sistema son severamente castigadas, y los que participan en ellas son detenidos y condenados por "atentar contra el orden público". Lo vivimos cada día.

 

Sin embargo, y al mismo tiempo, las más variadas y sutiles formas de terrorismo de Estado son aplicadas en nombre de la ley, la democracia, la libertad y los derechos humanos. Ante todo este incierto panorama, numerosamente repetido, las personas acaban por no comprender nada, y presas de la manipulación, se transforman en cínicas, o bien en masas perplejas, alienadas e impotentes frente a la realidad. Lo más normal en estos casos es que los propios oprimidos voten a sus opresores, manteniendo las cadenas que los atan y los condenan a esa triste realidad. La violencia (manifestada en la insatisfacción crónica y profunda de estas necesidades) perturba directamente la necesidad de protección, y de este modo, nos conduce a una profunda ansiedad. Por otra parte, el aislamiento, la marginación y el exilio político (situación ésta última que viven actualmente sobre todo los jóvenes, ante la falta de perspectivas) destruyen la identidad de las personas y causan profundas crisis rupturistas con destrucción de afectos, que generan sentimientos de culpa, a menudo acompañados de falsas lecturas o interpretaciones, e incluso, como hemos dicho, a intentos reales de autoaniquilación. Además, la frustración de los proyectos de vida personales (debida a situaciones políticas, sociales y económicas supresoras de la libertad) destruye la potencial capacidad creativa de las personas, todo lo cual conduce, lentamente, a partir de un profundo resentimiento, a la apatía total y a la falta de autoestima. Nuestro desafío, de cara a un mejor Desarrollo Humano, consiste en reconocer y evaluar las patologías colectivas que los diversos sistemas sociopolíticos son capaces de provocar, como resultado del bloqueo sistemático de necesidades tales como entendimiento, protección, identidad, afecto, creatividad y libertad. Es evidente que así no se puede vivir. Para el Buen Vivir, necesitamos crear otros fundamentos para la vida, comenzando por respetar la satisfacción de necesidades fundamentales. Ello requerirá volver a recuperar todos los ámbitos de deshumanización en que hemos ido cayendo, es decir, volver a humanizarnos, porque la humanización es nuestra única defensa. 

 

Acceder al ser humano a través de las necesidades permite tender el puente entre una antropología filosófica y una opción política concreta. Comprender al ser humano en función de sus necesidades fundamentales nos previene de cualquier otro enfoque reduccionista o simplista. Es más apropiado, por tanto, hablar de vivir y de realizar las necesidades, y de vivirlas y realizarlas de manera continua y renovada. Y ello nos lleva, de nuevo, a los satisfactores. Max-Neef, Elizalde y Hopenayn explican: "El que un satisfactor pueda tener efectos distintos en diversos contextos depende no solo del propio contexto, sino también en buena parte de los bienes que el medio genera, de cómo los genera y de cómo organiza el consumo de los mismos. Entendidos como objetos y artefactos que permiten incrementar o mermar la eficiencia de un satisfactor, los bienes se han convertido en elementos determinantes dentro de la civilización industrial. La forma como se ha organizado la producción y apropiación de bienes económicos a lo largo del capitalismo industrial ha condicionado de manera abrumadora el tipo de satisfactores dominantes". Lo que debemos hacer, entonces, superando el actual escenario de la sociedad de consumo y del crecimiento infinito, es pensar las formas viables de recrear y reorganizar los satisfactores y bienes de manera que enriquezcan nuestras posibilidades de satisfacer las necesidades y reduzcan nuestras posibilidades de frustrarlas. Hemos de entender los satisfactores como la realización histórica de las necesidades, y los bienes económicos como su materialización. Veamos su carácter histórico (social-universal): al reflexionar en torno a las 9 Necesidades Fundamentales definidas por estos autores, ellos entienden que (basándose en algunos estudios antropológicos) seguramente las necesidades de Subsistencia, Protección, Afecto, Entendimiento, Participación, Ocio y Creación estuvieron presentes desde los orígenes del Homo Habilis, y sin duda, desde la aparición del Homo Sapiens. Probablemente en un estadío evolutivo posterior surgió la necesidad de Identidad, y mucho más tarde, la necesidad de Libertad. Los autores también opinan que, del mismo modo, es probable que en el futuro de la especie la necesidad de Trascendencia (que no incluyen aún en el catálogo por no considerarla tan universal como las otras), llegue a serlo tanto como las demás. Continuaremos en siguientes entregas.

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30 mayo 2019 4 30 /05 /mayo /2019 23:00
Viñeta: Eneko

Viñeta: Eneko

La puerta giratoria más nociva es la de los altos técnicos de organismos reguladores, abogados del Estado, economistas del Estado… De esto no se habla, solo se piensa en ministros y poco más

Jorge Fabra (ex Presidente de Red Eléctrica)

En el último artículo, a tenor de nuestra exposición sobre los diversos aspectos que rodean la pobreza energética en nuestro país, citamos el fenómeno de las puertas giratorias como uno de los principales en torno a este asunto. Veámoslo con un poco más de detalle (en este otro artículo de nuestro Blog ya explicamos las puertas giratorias en sentido general), basándonos en este artículo colectivo (José Bautista, Dani Domínguez, Eduardo Robaina y Ana Ordaz) publicado en el medio La Marea. A fecha de septiembre de 2018, existían en nuestro país más de 175 ex altos cargos políticos que habían formado o formaban parte de los Consejos de Administración o equipos directivos de las empresas energéticas del IBEX 35. Es un fenómeno tan normalizado en nuestro país que Pedro Solbes llegó a asegurar que "Las puertas giratorias existirán siempre, y si no existen es una desgracia que la política solo pueda contar con políticos profesionales que no puedan entrar y salir". Ahí queda eso. Iremos contestando a Solbes a lo largo de nuestra exposición. En primer lugar, las puertas giratorias no solo es que no debieran existir, sino que representan toda una aberración democrática y un modo de corrupción en sí mismo. Porque aquí no estamos hablando, aclarémoslo, de una persona que viene, por ejemplo, del mundo universitario, entra en la política, y al cabo de un tiempo deja la política y vuelve a su mundo laboral. No. Aquí estamos hablando de un mecanismo que responde al más puro estilo del "Hoy por ti, mañana por mi", y que supone una intoxicación intolerable de la política con el mundo de los negocios privados. Pondremos su propio ejemplo: hasta el año 2014, Pedro Solbes fue Consejero de Enel, la eléctrica italiana que se hizo con el control de Endesa con el beneplácito del gobierno "socialista" del que él mismo formaba parte. 

 

Su sucesora en el Ministerio de Economía, Elena Salgado, también trabajó para Endesa. Fue nombrada Consejera de la eléctrica española menos de un año después de abandonar el cargo. También fue consejero de la misma compañía Luis de Guindos, sucesor (PP) de Salgado en la misma cartera ministerial. ¿No son ya demasiadas sucesiones? Estamos hablando de toda una casta político-empresarial, que entiende la política como un juego de favores, y que además no tiene empacho en dirigir las políticas públicas no para el interés general, sino para el interés privado de estas grandes empresas. Claro, así después se entienden los "regalos" y la devolución de estos favores. El sector energético es el que más puertas giratorias aglutina en nuestro país...¿Tendrá este hecho algo que ver con que tengamos que pagar una de las facturas eléctricas más caras de Europa? Endesa es el ejemplo más paradigmático: en su plantilla han "prestado sus servicios" al menos un ex Presidente, cinco ex Ministros y una larga lista de altos cargos públicos, desde ex Secretarios de Estado hasta ex Consejeros autonómicos. La siguiente pregunta podría ser: ¿Y todos ellos entendían de energía? Pero separemos más piezas de este indecente puzzle: al igual que Repsol, Enagás, Red Eléctrica y otras compañías energéticas, Endesa también era una empresa pública y estatal, hasta que el gobierno de Felipe González inició su privatización progresiva, obra que culminó José María Aznar a finales de los años 90. Y como nos cuentan sus autores en el artículo de referencia: "Hay puertas giratorias que dejan transcurrir varios años desde que salen del gobierno hasta que fichan por alguna compañía del ramo energético. En otros casos, sólo transcurren meses. Hay ex altos cargos del Estado que entran en los Consejos de estas empresas por su reputada trayectoria profesional y académica, como es el caso de Jorge Fabra, ex Presidente de Red Eléctrica. No obstante, la mayoría no dispone de experiencia previa ni estudios o perfil técnico relacionados con el sector. Un caso llamativo es el de Arsenio Fernández de Mesa, ex Director de la Guardia Civil y actual consejero de la misma compañía. Fernández no tiene estudios universitarios, y fuera del ámbito político, solo ha trabajado como ayudante de jardinería". ¿Conocen mis lectores y lectoras muchos jardineros que sean nombrados Consejeros de una gran empresa multinacional? Yo no. ¿Arquitectura de la Desigualdad, tal vez?

 

Esta práctica de las puertas giratorias viene de lejos. En los años 90 ya había políticos que saltaban del gobierno a las empresas energéticas. Por entonces aún eran frecuentes los perfiles técnicos (es decir, que observaban un comportamiento un poquito más ético), pero hoy día ya no respetan ni ese detalle. Las privatizaciones iniciadas por González y Aznar dieron un giro a esta dinámica. Hoy día la dinámica es perversa y escandalosa: no respetan el tiempo estipulado por ley para los nombramientos, no fichan a personas de reputado conocimiento o experiencia en el sector de que se trate, y además, los sueldos (por no hacer casi nada, por lo cual Felipe González aseguró que dejaba el cargo en Gas Natural porque se aburría) son absolutamente escandalosos. Pero yendo a la cita de entradilla, es cierto que más allá de los sonados nombres de ex Presidentes o ex Ministros, no suelen salir a relucir otros cargos que giran entre la política y la empresa privada, nombramientos que pasan desapercibidos porque el conjunto de la ciudadanía los conoce menos, poseen menor visibilidad mediática, pero resulta que juegan un papel clave a la hora de diseñar y redactar leyes, decretos, proyectos de ley, normativas, órdenes ministeriales, etc. Esas personas son las que, desde sus altas atalayas políticas, han redactado la letra pequeña de las leyes, y a las que luego se les pagan esos "favores" en forma de miembros de un Consejo de Administración. De todos modos, que la clase política y las energéticas tengan contacto directo no es raro. Por un lado, el suministro de electricidad, gas y petróleo es un negocio estratégico y de vital importancia para la sociedad y la economía. Debido a ello, los sucesivos gobiernos legislan y regulan este fundamental sector, estableciendo límites y garantizando el funcionamiento del "mercado" energético pensando, supuestamente, en el bien común. ¿Pero realmente lo hacen?

 

Todo ello explica el enorme interés de estas empresas por mantenerse próximas y en buena sintonía con los círculos del poder político. Pero hasta ahora, lo que han buscado los políticos de turno ("PSOE y PP, la misma mierda es" gritaban en las manifestaciones del 15-M) no es el servicio público pensando en el interés general (respondiendo a un derecho humano fundamental), sino en el servicio privado pensando en el interés particular de ellos mismos y de unos cuantos allegados. Por otro lado, el sector energético requiere inversiones de capital intensivo, es decir, es necesario poseer e invertir grandes sumas para, entre otras cosas, construir una central nuclear, poner en marcha una central hidroeléctrica, desplegar kilómetros de líneas de alta tensión o afrontar la burocracia necesaria para obtener licencias operativas. Es evidente que el negocio de suministrar petróleo no es igual a quien posee una farmacia o una panadería. Pero tampoco es normal ni bueno la exagerada concentración del poder. En la actualidad, tres empresas eléctricas (Endesa, Iberdrola y Gas Natural Fenosa, ahora Naturgy) acaparan en torno al 90% de la producción eléctrica nacional. Dicho de otra forma, el pastel energético se reparte entre muy pocas manos. Esto explica la relación fluida y directa (que a su vez genera ese modo de corrupción al que antes hemos aludido) entre gobernantes y dirigentes empresariales del negocio energético. De esta forma, esa "relación fluida" se va transformando en un juego de intereses e intercambios de favores, que se manifiesta a través de estas puertas giratorias. Un fenómeno ampliamente extendido y consentido, incluso bien visto por alguna parte de la ciudadanía, y muy bien suavizado por los grandes medios de comunicación, por supuesto al servicio de sus amos, ya que cada año ingresan gran parte de los presupuestos millonarios en publicidad de estas empresas, blanqueando con ello sus terribles prácticas. 

 

En el IBEX 35, principal selectivo bursátil español, existen 6 compañías del ramo energético: Iberdrola, Naturgy, Endesa, Repsol, Enagás y REE (Red Eléctrica de España). Las cuatro últimas eran empresas públicas, es decir, propiedad del Estado hasta finales de los años 90. Las dos últimas (Enagás y REE) siguen teniendo como accionista mayoritario al Estado, que es quien garantiza por ley que operen en régimen de monopolio (transporte de gas y electricidad, respectivamente), aunque el 80% de sus dividendos (dinero con el que la empresa "premia" a sus accionistas) va a parar a manos privadas, tales como fondos de inversión extranjeros (BlackRock), o grandes bancos (Caixabank). Actualmente España tiene una de las facturas de la luz más caras de la Unión Europea. Además, a pesar de ser uno de los países con más horas de luz solar del planeta, el mix energético español sigue siendo adicto al gas natural y al petróleo, dos recursos que España importa de países como Argelia, Arabia Saudí o Libia. De ahí el riesgo de que los gobernantes tengan más preocupación por ganarse un puesto bien remunerado en una compañía energética que por erigir un sector energético estable, soberano y autosuficiente en la medida de lo posible, así como respetuoso con el medio ambiente. Recomiendo a los/as seguidores/as de este Blog la lectura completa del artículo de referencia, ya que sus autores/as citan gran cantidad de datos concretos que ayudan a hacerse una idea más o menos exacta de la magnitud del cáncer que representan las puertas giratorias para nuestra política económica y nuestros servicios públicos en general, así como para entender el bárbaro funcionamiento de nuestro sector energético en particular. Es evidente lo que habría que hacer con todo este tinglado: desmontar las puertas giratorias, aboliendo dicha posibilidad, así como devolver a su control público y social (propiedad del Estado, pero controladas democráticamente por sus trabajadores/as y por el resto de la sociedad) todas estas empresas del ramo. Continuaremos en siguientes entregas.

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28 mayo 2019 2 28 /05 /mayo /2019 23:00
Viñeta: Martirena

Viñeta: Martirena

El problema, lo que se suele olvidar, es que esta gente no atraviesa África, en un viaje lleno de peligros de un par de años, por gusto. Lo que se obvia es que la destrucción de los Estados sirio y libio ha sido una bomba de relojería para nuestra preciada integridad territorial. Lo que no se quiere ver es que nadie deja atrás su tierra, su familia, su cultura, su pasado, si no tiene razones poderosísimas, a menudo de vida o muerte. Quizá a usted no le agraden los inmigrantes, posiblemente a ellos tampoco les hace ninguna gracia tener que convertirse en uno

Daniel Bernabé

El Tribunal Europeo de Derechos Humanos es la máxima autoridad jurídica de nuestro continente, y en octubre de 2017 sentenció que las expulsiones inmediatas llevadas a cabo en Ceuta y Melilla por parte de nuestro Gobierno violan el Convenio Europeo de Derechos Humanos, tal como recoge este artículo de Gabriela Sánchez para eldiario.es, al que nos remitimos. Es decir, que las llamadas devoluciones en caliente no se pueden practicar, so pena de violar dicho tratado. En concreto, sus artículos prohíben los retornos colectivos y obligan a garantizar el derecho de recurso efectivo de las personas devueltas. En efecto,  la Corte Suprema Europea concluyó que las devoluciones en caliente (expulsión inmediata) de dos ciudadanos de origen subsahariano a Marruecos no se pueden practicar. La denuncia fue llevada a cabo por dos personas, originarias de Mali y Costa de Marfil, refiriéndose a unos hechos ejecutados en agosto de 2014. Después de varias horas encaramados a la valla de Melilla, agentes españoles de la Guardia Civil les pusieron una escalera para que bajaran, y los entregaron a las autoridades marroquíes. Nadie les preguntó su nombre. No fueron identificados, ni les ofrecieron el acceso a un abogado ni a un intérprete, tal como establecen expresamente diferentes acuerdos internacionales que nuestro país tiene suscritos. Incluso nuestra Ley de Extranjería vigente en ese momento recogía la normativa prevista en estos casos. España fue sancionada a pagar 5.000 euros a cada víctima, en concepto de indemnización. Pero lo mejor de todo este relato viene a continuación: ¿Qué hizo entonces nuestro Gobierno? Pues intentar legitimar estas prácticas. ¿Cómo lo hizo? Pues en 2015 añadió la figura legal del "rechazo en frontera" dentro del texto de la Ley de Seguridad Ciudadana (la llamada "Ley Mordaza"), que supuso mediante esta vía indirecta una modificación de la Ley de Extranjería. 

 

Es decir, que a pesar de las numerosas advertencias acerca de la ilegalidad intrínseca de medidas de este tipo, por parte de organismos como el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), el Consejo de Europa y numerosas ONG, el Ejecutivo insistió en regularlas en su legislación, y llevarlas a cabo de forma sistemática en cada salto de las vallas de Ceuta y Melilla. Ante las numerosas críticas, los Ministros del Interior han justificado estas prácticas intentando hacernos ver que no hay sitio para todos, que la inmigración debe ser "regulada", que debe estar en función de ofertas de trabajo reales, etc., todo ello muy "ordenado". Es un abominable discurso que esconde las terribles realidades de estas personas, cuyas circunstancias, la mayoría de las veces, hemos creado nosotros. Pretenden obviar todo el fallido sistema que provoca que miles de personas sean literalmente expulsadas de sus tierras. Hay que abrir las fronteras, ya lo hemos dicho en varias ocasiones en entregas anteriores, pero dentro de un contexto más amplio de una Política de Fronteras no solamente respetuosa con la legalidad internacional y los derechos humanos, sino también con el pacifismo, con el antiimperialismo y con la cooperación internacional. Desde el momento en que planteamos estas cosas en las tertulias, todo un ejército de periodistas, políticos y tertulianos previsibles nos ataca directamente a nuestra línea de flotación con los argumentos de que somos ingenuos, buenistas, o que simplemente, no sabemos cómo funciona el mundo. Parece ser que ellos no solo lo saben, sino que además lo bendicen. Dejemos por tanto de poner el foco en las fronteras, en su militarización y en su seguridad, pues el problema no tiene nada que ver con ello. Tampoco son decisivos la altura del muro, cuántos muros haya, el número de agentes que los vigilen, o la presencia de los más sofisticados sistemas de seguridad. Hemos de comprender que ninguna frontera va a servir para impedir la entrada, sino para hacerla más dolorosa. 

 

Las fronteras más rígidas contribuirán únicamente a que las mafias se refuercen, y a que solo puedan cruzarlas los que tengan dinero para pagarlas. Eso se traducirá en travesías más complejas, aumentando el riesgo de tragedias en dicho recorrido. Y tampoco es solución delegar nuestra "seguridad migratoria" a terceros países, para que sean ellos los que lleven a cabo el trabajo sucio a cambio de dinero. El caso del acuerdo UE-Turquía, que ya hemos citado en entregas anteriores, es el más paradigmático en este sentido. Nos basamos a continuación en este artículo de Gladys Martínez para El Salto Diario, donde detalla la situación transcurridos dos años, en marzo de 2018. En ese mismo mes de 2016, la UE firmaba con Turquía un acuerdo para "resolver" el problema de los refugiados que trataban de llegar desesperadamente, en su mayoría desde Siria, hasta las costas griegas a través de Turquía, a cambio de 6.000 millones de euros. Pero no se perseguía la creación de vías alternativas y seguras, sino más bien el freno del flujo de estas personas, para que no pudieran llegar a territorio europeo. Dicho "acuerdo de la vergüenza" fue criticado desde todas las instancias de la sociedad civil, organizaciones de derechos humanos y ONG que abordan dichos temas, Los resultados eran palpables: un año después de la firma, el número de llegadas por esta ruta pasó de las 850.000 a 180.000 personas, pero por contra, el número de muertes en el Mediterráneo aumentaba un 38% respecto a 2015. Y mientras nuestros indecentes gobernantes practicaban dichos vergonzantes acuerdos, se silenciaba que países mucho más pequeños, como Líbano, acogían ya a un millón de sirios, o Jordania a cerca de 700.000. Así mismo, Europa se autoimponía la obligación de dar acogida a 160.000 refugiados entre todos los países miembro, cifra que ha sido sistemáticamente incumplida por todos ellos, incluido por supuesto España. Y así, dos años después del acuerdo, un país grande como España, con 47 millones de personas, sólo había acogido a 1.900 de las 16.000 personas a que se había comprometido. Absolutamente lamentable.

 

Ya durante los meses previos al acuerdo, las fronteras europeas comenzaron a cerrarse a cal y canto. Primero, Turquía blindó su frontera sur con Siria. Después, se cerró la ruta de los Balcanes: Eslovenia, Serbia, Croacia y Macedonia cerraron y militarizaron sus fronteras. Las fuerzas de seguridad ejecutaban expulsiones masivas y violentas en las fronteras de dichos países. El paso hacia el norte desde Grecia quedó también bloqueado. Poco a poco, las islas griegas, para los que conseguían llegar hasta ellas, quedaron convertidas en campos de concentración. Al principio, los campos de refugiados se convirtieron en campos de detención. Luego, se fueron masificando y alcanzando condiciones de vida deplorables, convirtiéndose en campos de detención a cielo abierto. Por su parte, nuestro país también posee acuerdos informales con Marruecos para que este país norteafricano también controle los flujos migratorios hacia nuestro país. A su vez, Libia, desde la caída de Gadaffi, ha ido convirtiéndose en un Estado fallido, sumido en varias revoluciones y luchas tribales por el poder, lo cual ha conducido también a que la estancia de migrantes en su territorio se haya convertido en un infierno. Este es el fenómeno "paisaje europeo" que ofrece nuestro continente a los migrantes. Y la cosa tiende a ir a peor, por el continuo aumento de la presencia en los parlamentos europeos de las fuerzas políticas de la ultraderecha, pues podríamos concluir que el único factor que las une a todas ellas es el odio y el rechazo hacia los migrantes. Pero volviendo a Turquía, ¿qué es lo que está pasando allí en realidad? Pues que aunque Europa vendió en dicho acuerdo a Turquía como un tercer país seguro, lo cierto es que Turquía no considera refugiados a los solicitantes de asilo no europeos. Y como tampoco respeta el principio de no devolución, según Amnistía Internacional y otras organizaciones de derechos humanos, lo que ocurre es que se deportan masivamente a los refugiados, incluidos sirios, a los que se envía de vuelta a su país en guerra. 

 

Además, también se han denunciado torturas y malos tratos a los solicitantes de asilo en los centros de detención y deportación, además de malas condiciones de vida en los campos. El panorama es ciertamente desolador: en la práctica lo que existe es un claro mercadeo de personas a cambio de dinero, con lo cual no se cumple con las directrices del derecho internacional, se vulneran varias leyes y convenios internacionales y europeas en materia de derechos humanos, tales como la Convención de Ginebra, la Convención Europea de Derechos Humanos o la Carta de Derechos Fundamentales de la UE, cuando todas ellas contemplan el derecho de asilo y prohíben expresamente las devoluciones o expulsiones de refugiados. Actualmente podríamos distinguir por tanto ciertos niveles de "externalización" de nuestras fronteras europeas: el primer nivel sería impedir que lleguen a salir de su país de origen (mediante acuerdos con sus respectivos gobiernos). El segundo nivel es el que vela por que si salen, no consigan llegar a territorio europeo, es decir, se alientan las muertes en el Mediterráneo. Para ello, no dudan en intervenir embarcaciones humanitarias, en cerrar puertos europeos, o en seguir militarizando las fronteras. Y el tercer nivel estaría en los propios países de destino (si alcanzan a llegar), donde se crean espacios de excepcionalidad y de exclusión de derechos, desde los campos de concentración en las islas griegas hasta los CIE en nuestro país (ya referidos en anteriores entregas), además de que se les impide la plena integración y se les excluye del derecho al trabajo, se les aboca a la economía sumergida, no se les reconocen derechos fundamentales (como el derecho al voto), etc. Mientras, la ONU y el resto de la comunidad internacional miran para otro lado. La inmigración se está convirtiendo, gracias a estas desastrosas e indignas políticas, en el caballo de batalla del proyecto europeo, pero en realidad lo que está ocurriendo es que todo el fango de las políticas agresivas, belicistas e imperialistas está saliendo a la superficie. Toda la ponzoña derivada de nuestras actividades en política exterior, cual boomerang, se están volviendo contra nosotros. Y a todo esto, los gobernantes europeos se afanan en proclamar la "lucha contra la inmigración" como uno de sus más valiosos objetivos, cuando lo que en realidad despliegan son todos los trucos, artimañas y violaciones posibles a la legalidad internacional. Flaco favor le estamos haciendo al proyecto europeo de integración, a no ser que se trate de un proyecto clasista, racista y supremacista. Continuaremos en siguientes entregas.

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26 mayo 2019 7 26 /05 /mayo /2019 23:00
Viñeta: Vasco Gargalo

Viñeta: Vasco Gargalo

La buena vida es, para mí,
Dejar volar lo que se fue
Saber sembrar la mejor vid,
Dar amistad sin ofender,
Sin más gobierno que el del alma,
Con la mente limpia y siempre en calma,
Sabiduría y simplicidad,
Saber dormir sin ansiedad,
La mente en calma

Marco Valerio Marcial (poeta de la antigua Roma)

En la última entrega nos preguntábamos, a la luz de lo referido en torno a nuestras necesidades y a los satisfactores, cuál podría ser o dónde podría estar el verdadero bienestar humano. Intentaremos continuar desde allí hasta llegar al fondo de nuestra exposición. Habíamos hablado sobre el concepto inclusivo del "todos", habíamos hablado de la escasez de ciertos recursos. Pues bien, del mismo modo, es posible descubrir que hay recursos que se caracterizan por requerir ser compartidos para crecer. Es decir, está en su propia naturaleza que sólo en el hecho de darse, crecen. Estos recursos violan la ley universal de la entropía creciente del universo, aquélla ley que señala que el universo camina hacia su homogeneización, hacia la igualación de las temperaturas de todos los cuerpos, llegándose así a un cese del intercambio energético y por lo tanto a la desaparición de todo cambio, movimiento y transformación, en última instancia, a la muerte del universo. Porque hay recursos, como decimos, que por su naturaleza son creadores de vida, instauradores de potencialidad y de virtualidad transformadora, generadores de diversidad y de enriquecimiento colectivo. Recursos sinérgicos tales como el lenguaje, el amor, el conocimiento científico, la información, la creatividad, el poder sobre uno mismo, la memoria colectiva, la identidad grupal, el humor, la democracia, etc. Estos recursos no pierden un ápice de su naturaleza si se dan a los demás, si son compartidos. De hecho, crecen al ser compartidos, se engrandecen si son compartidos. Está, como decimos, en su propia naturaleza. Pues bien, dicho esto, relacionémoslo con lo indicado anteriormente sobre los recursos expuestos a la escasez, y vamos a ver lo que ocurre. Resulta que gran parte del dolor y de la infelicidad humana son producto de la percepción incorrecta del carácter de estos recursos, producida precisamente por la ideología de la escasez.

 

Veamos unos ejemplos: ¿Cuántos de nosotros, si no todos, no hemos vivido sintiéndonos poco queridos e intentando acumular afectos a cualquier precio, incluso al de nuestra propia dignidad? ¿Cuántos no hemos sentido envidia y celos porque hemos visto que otro ser humano recibía el cariño y el amor que nosotros creíamos que nos pertenecía (aunque quien lo recibiera fuese alguien a quien nosotros queríamos profundamente, como un padre, una madre, un hijo, una hermana, nuestra pareja, etc.)? Sin embargo, estos recursos son los descritos en la parábola evangélica de los talentos: pueden quedarse ocultos y escondidos por temor a perderlos o crecer por arriesgarse a compartirlos. ¿Existe algo que implique más un darse a otros que el hecho de amar? ¿No es de la naturaleza misma del amor la donación de sí mismo a otro? ¿Acaso no son el amor, el cariño y el afecto en sí mismos un compartir? ¿No implican el entregarse a los demás? ¿Por qué razón, entonces, los vemos como la negación de lo anterior? ¿Es posible amar sin compartir lo más mínimo y propio con otro ser humano con absoluta generosidad, sin medida alguna y sin ningún tipo de cálculo? ¿Qué nos lleva entonces a calcular y a medir lo incalculable e inconmensurable? ¿Por qué no vemos la profundidad de nuestro error perceptivo? Antonio Elizalde explica: "La mayor parte de la existencia social está construida sobre la base del establecimiento de procesos de institucionalización de las relaciones sociales, ello implica la creación de diversas normas y pautas de conducta que regulan los ámbitos de actuación de las personas, gran parte de aquellas reforzadas por grados diversos de control social. Lo anterior implica la casi absoluta desaparición de la gratuidad en esas formas de relación entre las personas. El mundo que tenemos nos provee de muchísimos descubrimientos, encuentros y creaciones pero no todos son originales, verdaderos y profundos. Y sólo en la gratuidad o mediante la gratuidad es posible el encuentro verdadero, el descubrimiento profundo, la creación original. Únicamente en un ámbito de relaciones donde no prime la obsesión por la eficiencia, por la competencia, por el logro y por el rendimiento será posible el surgimiento sinérgico de lo gratuito, de lo inefable y de lo que probablemente muchos sentimos como lo más propiamente humano: la ternura y la compasión".

 

Podríamos poner muchos ejemplos de nuestra vida cotidiana, de nuestra vida laboral, profesional o familiar, donde todo lo anterior puede constatarse. Cada lector o lectora puede hacer ese ejercicio. ¿No nos sentimos mucho mejor cuando participamos altruistamente en cualquier proyecto? ¿No es cierto que los mejores proyectos científicos (el software libre, por ejemplo) se han desarrollado de forma altruista y comunitaria? En cualquier caso, es posible plantear como una utopía realizable el avanzar en un esfuerzo colectivo de educación y de desarrollo personal que nos haga posible una ampliación de la conciencia (para los religiosos, asimilado al concepto budista de compasión, o bien al concepto cristiano de amor al prójimo) para desarrollar la capacidad de dar cuenta simultáneamente de la necesidad propia y de la necesidad del otro, estableciendo de ese modo un horizonte de autolimitación (voluntaria) a la actualización o satisfacción de nuestras necesidades, que permita la existencia y el reconocimiento de los otros, hoy y mañana. Pensamos que es justamente aquí donde radica el verdadero bienestar humano.  Por tanto, es éste el gran desafío que se nos plantea en nuestro desarrollo como seres éticos, esto es, responsables de nuestro accionar en el mundo, capaces de entender dónde alcanza su plenitud nuestra calidad de vida: tenemos claro que esto ocurre cuando el simple ser inicial que ha devenido en conciencia mediante la individualización, se transforma definitivamente en un ser consciente no solo de su existir, sino también del de los otros. Ello avala también, igualmente, los razonamientos que hemos expuesto desde el ecosocialismo y el ecofeminismo, en el sentido de que somos seres ecodependientes e interdependientes. 

 

Y como puede comprobarse, toda esta teoría del Desarrollo a Escala Humana confronta total y absolutamente con la teoría económica convencional, que basa nuestro progreso y desarrollo en el crecimiento económico, un crecimiento que hemos señalado es pernicioso desde todos los puntos de vista: degrada el medio ambiente y nuestro planeta, no respeta al resto de seres vivos, expolia y agota los recursos naturales, explota al ser humano, y no garantiza una justa redistribución de la riqueza generada. Frente a todo ello, como estamos viendo, sólo un desarrollo basado en las personas y en la mejora de su calidad de vida puede considerarse realmente "bienestar". La teoría de Manfred Max-Neef, Antonio Elizalde y Martin Hopenhayn se establece como corriente crítica con el economicismo dominante, corriente de la que ya formaban parte figuras destacadas de la economía como Amartya Sen, o de la filosofía política, tales como Rawls o Habermas, que habían realizado aportes y revisiones a los conceptos de justicia, equidad y cooperación social. Cuatro años después de su publicación, en 1990, la Índice de Desarrollo Humano de las Naciones Unidas reconocía a las personas como protagonistas del proceso de desarrollo. Bajo la situación actual, bajo la angustiosa realidad de un planeta en crisis, de unos combustibles fósiles en el declive de su aprovechamiento, y de un cambio climático como mayor azote para la humanidad, amenazados por la insostenibilidad social y ambiental del modelo económico dominante, es imprescindible rastrear los fundamentos de esta teoría, que al menos sitúa el foco de nuestras necesidades, de su satisfacción y de los procesos que nos conducen a ellas desde una visión muy distinta. La revolución que estos autores aportan al mundo de las necesidades, los satisfactores y los bienes económicos es fundamental para poder plantearse otros modos de vivir, de producir y de consumir. 

 

A la luz de estas nuevas consideraciones, se vuelve imprescindible hacer un ejercicio de reconsideración de nuestras aspiraciones, valores, objetivos y prioridades, y distinguir, como nos proponen estos autores, entre necesidades (finitas y universales) y satisfactores (determinados cultural e históricamente). Porque en esta distinción y en nuestra definición colectiva de los satisfactores sinérgicos radica la clave de un futuro económicamente viable, socialmente justo y ecológicamente sostenible. La teoría de las necesidades humanas y la distinción entre necesidades y satisfactores (presentaremos en próximas entregas la lista completa) ofrecen el marco adecuado desde el que analizar, evaluar, comprender y realizar el seguimiento de todo tipo de iniciativas para un mejor vivir, para vidas más dignas, más justas y más sostenibles. Para vidas más simples, más centradas en nuestra humanidad, y por tanto, más auténticas. Unas vidas donde los sujetos protagonistas recuperen el control de su tiempo y de su espacio, y que garanticen la libertad individual y la responsabilidad social y ecológica. La teoría del Desarrollo a Escala Humana aporta a la filosofía y a la política del Buen Vivir una visión sustancial para la construcción de un nuevo paradigma del desarrollo, menos mecanicista y más humano. Rompe con indicadores, procesos y objetivos de la visión que aporta la teoría del pensamiento económico dominante, que no es capaz de salir de la órbita capitalista. Cumple así la función de proporcionarnos otras visiones constructivas y alternativas, otros focos de atención y otros sustratos donde asentar nuestros conocimientos y nuestras prácticas colectivas como sociedad. Nos aporta marcos conceptuales nuevos, así como unos índices discursivos que nos ayudan a entender la realidad que nos rodea de otra forma, concediendo importancia donde realmente hemos de concederla. Continuaremos en siguientes entregas.

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23 mayo 2019 4 23 /05 /mayo /2019 23:00
Arquitectura de la Desigualdad (143)

La pobreza es obra del hombre y puede ser superada y erradicada por la acción de los seres humanos. Superar la pobreza no es un gesto de caridad. Es un acto de justicia. Es la protección de un derecho fundamental del ser humano, el derecho a la dignidad y a una vida decente. Mientras haya pobreza no habrá verdadera libertad

Nelson Mandela

BLOQUE VII. POBREZA ENERGÉTICA.

 

Bajo este hipócrita eufemismo de "pobreza energética" (en realidad, simplemente pobreza, y por tanto desigualdad) se esconde otra vileza típica de las élites económicas y sociales de nuestro país, para maltratar a las clases más necesitadas, que consiste simplemente en retirar los suministros básicos de electricidad, agua y gas a las personas que no pueden hacer frente al pago de su factura. Suministros básicos que corresponden a derechos humanos básicos, sin los cuales, hoy día, no se puede vivir dignamente. Y nuestra sociedad lo permite. Simplemente mira para otro lado. ¿Cómo puede permitir en pleno siglo XXI estas prácticas una sociedad que se considera madura, democrática y avanzada? Y debido a ello, los "usuarios", "clientes" o "consumidores" (terribles eufemismos modernos para llamar a la gente que se encuentra en sus malévolas "listas negras" de necesitados) se ven obligados, muy a su pesar, a recurrir, sobre todo en invierno, al uso de mantas, a adaptar los horarios, a dejar de usar algunos recursos, a desenchufar los electrodomésticos, a vivir en la oscuridad, en el frío y en el silencio, incluso a morir como consecuencia de ello. Ya ni tan siquiera hablamos de desigualdad, sino de un problema de reconocimiento de la mínima dignidad humana. Algunas personas llevan negando durante mucho tiempo que exista pobreza energética en nuestro país. La realidad, de nuevo, se enfrenta tozudamente a sus espurios intereses. La pobreza energética es la responsable de la muerte de 7.000 personas al año. Esto significa que mueren muchas más personas por pobreza energética en España que por accidentes de tráfico, por poner un ejemplo bien conocido. Un 18% de los hogares, según los últimos estudios, tiene dificultades para poder mantener su casa acondicionada en invierno, y un 22% de la población (1 de cada 5 personas) sufre sus consecuencias.

 

Además, la pobreza energética es una pobreza muy especial: podemos decir que es el tipo de pobreza más íntima, más privada, porque ocurre en el interior de los hogares, de las casas, y denigra profundamente la dignidad de las personas. Provoca que muchos ancianos/as y muchos niños/as se vayan a la cama muy temprano, porque allí están más calentitos. Los datos indican que desde el comienzo de la crisis la factura eléctrica ha subido en cómputo total del orden del 70%. Según el medio Infolibre, durante el período 2009-2015, se produjeron en España 7,5 millones de cortes de luz. Y como todos hemos experimentado, sin luz no podemos ver nuestra casa, ni a las demás personas, no podemos encender ningún electrodoméstico, no podemos calentarnos, no podemos refrescarnos, no podemos usar ningún dispositivo móvil a menos que tengamos las baterías recargadas (teléfono móvil, laptop, ordenador portátil o de sobremesa, consola...), no podemos ver la televisión, ni escuchar la radio, ni oír música, ni leer. Tampoco podemos cocinar, ni usar el microondas. La situación de impotencia es muy grande. Los investigadores Pedro Ramiro y Erika González, de OMAL (Observatorio de Multinacionales de América Latina), han explicado lo siguiente: "Los debates en torno a los impactos económicos, sociales y ambientales de las empresas multinacionales de la energía, así como en torno a la democracia y soberanía energética, deben comenzar con la pregunta de ¿energía para qué y para quién? Y ahondando en la cuestión: ¿quién se beneficia de los proyectos de energía y quién sale perdiendo? ¿A qué intereses sirven? ¿Qué conocimientos se valoran? La historia reciente de los proyectos de energía en muchas partes del mundo está estrechamente relacionada con la imposición colonial de un modelo de desarrollo capitalista y de políticas neoliberales de ajuste estructural promovidos e impuestos por instituciones tales como el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional, la Organización Mundial del Comercio o la propia Unión Europea".

 

Y prosiguen estos autores: "Y los beneficiarios han sido, por supuesto, el gran capital, las grandes empresas transnacionales y las instituciones financieras, en detrimento de innumerables vidas y medios de sustento. El desarrollo del capitalismo industrial ha estado y está basado en los combustibles fósiles, y por lo tanto, siempre ha servido a los intereses de ciertas élites. Cuando trabajamos sobre políticas de energía tenemos que hablar de relaciones de poder y cambiarlas". En este sentido, la pobreza energética es el claro síntoma final de toda esta indecente cadena. Véase nuestro caso español: antes de mediados de los años 90, cuando Endesa era Sevillana de Electricidad, S.A., y antes de que comenzaran los terribles ajustes derivados de la ola neoliberal y las privatizaciones subsiguientes, los casos de pobreza energética eran mínimos. La factura de la electricidad era mucho más barata y comprensible, las instalaciones de las empresas de cara a la atención al público eran amplias y nunca estaban colapsadas, y la luz, simplemente, no era un problema para casi nadie. Hoy, en cambio, cuando la pública Sevillana ya es la privada Endesa, la pobreza energética es una triste y degradante realidad, el precio de la factura de la luz es mucho más caro, y las instalaciones dedicadas a la atención al público son ínfimas, cada vez más reducidas. La factura de la luz se ha convertido en un grave problema para cientos de miles de familias en nuestro país. Y nosotros nos preguntamos: ¿para esto ha servido la privatización de estas empresas, que antes proporcionaban un servicio público y universal, y ahora es privado e inaccesible para mucha gente, desde la época del PSOE de Felipe González, completada después por el PP de José María Aznar? ¿Era esto lo que pretendían conseguir? ¿No se les cae el alma al suelo (probablemente no la tengan) cuando contemplan los efectos de sus desastrosas políticas? 

 

Pero vayamos por partes: el proceso de liberalización del sector eléctrico, emprendido a partir de 1997 (en varias fases y por sucesivos gobiernos), ha sido un completo fracaso. Hoy día tenemos una de las facturas eléctricas más elevadas de toda la Unión Europea, viviendo en el país que posee una dosis natural solar mayor de los países de nuestro entorno. ¿Cómo es posible esto? Las grandes eléctricas se quedaron con la mejor parte del pastel, las centrales nucleares y las hidráulicas. El mercado eléctrico actual es un mercado marginalista, como en otros países de Europa, pero aquí su repercusión en el precio de la electricidad es absolutamente desproporcionado. El poder de las grandes compañías eléctricas es descomunal, y además se han valido de varios argumentos (como el famoso déficit tarifario, explicado en este artículo), para ampliar aún más su margen de beneficio. Pero también sufrimos en nuestro sistema otras muchas deficiencias e injusticias, como el elevado tipo de IVA aplicado a la electricidad (21%, algo insólito referido a un suministro fundamental), en teoría un bien de primera necesidad (los cuales tributan al reducido 4%), y los perniciosos efectos de una tarificación por horas de todo punto absurda. Es inconcebible que un bien de primera necesidad como la energía haya de estar sujeta a los cambios de mercado de última hora, como si fueran acciones en bolsa. El elevado número de impuestos y tasas completan el resto de las piezas del puzzle, todo lo cual es utilizado por los gobiernos de turno como justificación para no poder intervenir. En realidad, simplemente, les resulta más cómodo no intervenir, dada la estrecha relación, como veremos más adelante, entre el poder político y el poder de estas grandes corporaciones, expresado en el fenómeno conocido como las "puertas giratorias". 

 

Y así, con todo ello, nuestro sistema de precios de la electricidad es tan injusto y disparatado, como el fantástico símil que leí de estos autores: "es como si entráramos en una cafetería a tomarnos un café, y la dependienta nos cobrara según la hora que fuese, según el mayor precio del mercado mayorista de ese día, y además nos cobrara un peaje por gasto de barra, un plus por reposición de tazas, un plus por lectura de prensa, y también por (posible) conversación con la camarera. Y después de todo eso, nos aconsejara tomarnos el café a las cuatro de la madrugada, que es cuando el precio es menor. Pues si entendemos que todo esto es un absurdo, igual de absurdo es el precio que pagamos por nuestra electricidad". En efecto, el símil no tiene desperdicio. Por si todo ello fuera poco, las empresas energéticas se han opuesto rigurosamente en nuestro país a la revolución (positiva en todos los sentidos) que suponen las fuentes de energía renovables, y han interpuesto todo tipo de inconvenientes para que estas tecnologías no pudieran desarrollarse en igualdad de condiciones, y fueran inaccesibles para el conjunto de la ciudadanía. Aspectos como las subvenciones a estas empresas renovables, el llamado "impuesto al sol", y otros impedimentos han retrasado la implantación masiva de estas fuentes renovables, lo cual no tiene otra explicación que la de intentar retrasar todo lo posible la explotación de este nicho de mercado, hasta que ellas mismas puedan seguir controlando los nuevos mercados surgidos de las mismas. La pobreza energética en España, resumiendo, podemos indicar que se debe a dos factores fundamentales: la codicia de algunos grandes y desalmados empresarios, y la cobardía y connivencia de nuestros indecentes gobernantes, aliados del gran capital, para no poder remedio a tanto despropósito y a tanta injusticia social. El acceso a la energía es un derecho humano fundamental, y como tal ha de ser garantizado por nuestros representantes públicos. Pero desgraciadamente, importa mucho más el botín que se reparten las grandes empresas que el hecho de que existan pobres energéticos en nuestro país. Desolador. Continuaremos en siguientes entregas.

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21 mayo 2019 2 21 /05 /mayo /2019 23:00
Viñeta: Eneko

Viñeta: Eneko

El apartheid europeo, que causa la marginación y precarización de las personas inmigrantes seguirá imperando. Las invasiones imperialistas para saquear los recursos de África, Asia y América Latina seguirán siendo perpetradas por esos mismos que luego se quejan de que las personas de los países invadidos, intervenidos y saqueados tengan que migrar y sigan la misma ruta que previamente siguieron las riquezas succionadas de sus países por multinacionales de la UE, EEUU y demás metrópolis capitalistas

Cecilia Zamudio

El próximo domingo 26 de mayo se celebran Elecciones al Parlamento Europeo, y tal como afirma Mark Brey (entrevistado por Iñigo Sáenz de Ugarte para el medio eldiario.es): "A una escala europea, tal vez es el peor momento en cuanto a la amenaza fascista desde 1945". Si las fuerzas políticas mal llamadas "populistas", "euroescépticas" o "ultranacionalistas" (en realidad de extrema derecha) consiguen una mayor representación en la Eurocámara, es lógico pensar que se desencadenará una mayor oleada de xenofobia en nuestro Viejo Continente, y ello afectará especialmente a las personas migrantes. Hasta el mismo lenguaje es violento e insultante: los migrantes no esperan, sino que "aguardan"; no hay personas que intentan cruzar la frontera hispano-marroquí, sino inmigrantes que "asaltan la valla"; algunos no intentan entrar en vehículos, sino que utilizan "coches-kamikaze"; y no hay gente de carne y hueso que busca un futuro mejor porque las desigualdades cada vez son mayores, sino que lo que hay es, simplemente, "una brutal presión migratoria". El lenguaje es el primer signo que nos describe lo que vemos, que nos ofrece el primer impacto de lo que nuestros sentidos interpretan en nuestro cerebro, por eso el lenguaje es tan importante. Es una de las piezas de ese "inmigracionalismo" que hemos definido algunas entregas atrás. Así que quizá una de las pocas razones que existan para votar en las próximas Elecciones Europeas sea mitigar el impacto del neofascismo, expresado entre otros indicadores en esta ola de racismo y xenofobia sin límites. Si no frenamos el avance de estas fuerzas políticas de ideario neofascista, continuaremos presenciando los "pequeños holocaustos cotidianos" (en expresión de Arturo Borra) que suponen los cadáveres en el mar, las torturas en Libia, los campos de concentración de migrantes, los puertos de acogida cerrados, el ataque a las ONG, la fortificación de las fronteras, la ausencia de rutas seguras, la falta de integración de los migrantes en nuestras sociedades, etc.

 

Así que si no lo impedimos, asistiremos en los próximos tiempos a un recrudecimiento de las políticas migratorias, bajo un nuevo giro reaccionario y discriminatorio, restringiendo las oportunidades de los migrantes regulares, y criminalizando a los que se encuentran en situación irregular. Estas formaciones políticas han abierto su veda al migrante, y lo proclaman indecentemente a los cuatro vientos, para ver si les compran su indeseable y aberrante discurso. Se incrementarán entonces el tráfico y la trata de personas (ya que las mafias se nutren precisamente de la existencia de fronteras fuertes), las deportaciones ilegales y expres, los naufragios masivos, las redadas bajo perfiles étnicos, la represión en las vallas fronterizas, el despliegue de medios tecnológicos represivos, las torturas en los CIE y demás centros de internamiento, o los tratados con terceros países fuera de la UE para que sean ellos los que ejecuten el trabajo sucio, y mantengan a los migrantes fuera de nuestros territorios. Hacemos un llamamiento desde esta humilde tribuna para que el voto de cara al Parlamento Europeo se vincule con formaciones políticas que proclamen que otra Política de Fronteras es necesaria, y que es absolutamente fundamental el respeto a los Derechos Humanos, así como el cese de la injerencia en sus países de origen. También la lucha contra el cambio climático es vital, ya que estamos superando poco a poco la cifra de migrantes que han de escapar de sus hogares por mor de esta terrible causa. Los partidos y coaliciones políticas de ultraderecha izan la bandera del nacionalismo más excluyente, bajo la falsa proclama de que estamos en riesgo de perder "los valores de nuestra civilización", los fundamentos cristianos de Europa, cuando son éstos precisamente los que deberían demostrarse en el tratamiento que damos a estas personas. Es un ejercicio de tan alto cinismo y desvergüenza que se descalifica por sí mismo. Lo malo es que existen personas que compran este fanático discurso. Así nos va. 

 

Arturo Borra nos explica en su artículo "El estigma de los cuerpos": "La enumeración de los crímenes perpetrados tanto por mafias organizadas como por autoridades públicas y empresas privadas colaboradoras no solo nos instala en la ignominia moral más absoluta: institucionalizada la excepcionalidad como pauta de actuación con respecto a los colectivos más vulnerables, expuestos a una sociodisea tan dramática como evitable. Lo que los massmedia presentan como "trágico" --una suerte de mal inexorable, generado por fuerzas incontrolables--, no es otra cosa que el efecto de una política migratoria que se empecina en resolver por vía policial y militar lo que es problema político-económico de primer orden, atinente tanto a los desequilibrios entre norte y sur como a las relaciones neocoloniales que Europa mantiene con respecto a las periferias del capitalismo. Es completamente previsible que esa política arroje de forma regular un saldo de "muertos" anónimos, parte habitual de ese paisaje vallado en que han convertido las fronteras". Si tuviésemos hoy día que resumir nuestra Política de Fronteras, sería muy fácil hacerlo: es una política basada en la negación sistemática del derecho de ciudadanía a miles de personas. Una política totalmente falta de la más mínima humanidad, y que contraviene el derecho y la legalidad internacional. Una política discriminatoria (no se actúa igual con los migrantes ricos), una política de vasallaje y de atropello (pues la inmensa mayoría de estas personas vienen a nuestros países porque les hacemos la vida imposible en los suyos), y una política carente de escrúpulos, basada en la mentira y en la ocultación. No es que desatendamos a estas personas en cuanto a ciudadanos, sino en cuanto a seres humanos. Nuestros gobernantes han perdido la humanidad. Nuestras políticas se han desgajado de la más mínima dignidad. No están en juego solamente el derecho al trabajo, a la seguridad social o al voto de los extranjeros, sino los propios mecanismos de solidaridad que cualquier sociedad debería practicar. 

 

Estas personas, tratadas como auténticos despojos humanos, son excluidos al derecho a una vida humana digna, y abandonados a su propia supervivencia. La hostilidad de Gobiernos, Estados y de las propias sociedades han ido en aumento, a medida que las terribles consecuencias de nuestras políticas exteriores nos daban una bofetada colectiva de realidad. El reforzamiento policial de las fronteras y los incrementos en la seguridad tienen el único fin de disuadir a los posibles infractores de tan detestables políticas. Lo que se busca es infundir pánico entre los que sueñan con acceder a territorio europeo (o entre los sudamericanos que buscan alcanzar el "sueño" estadounidense). La tendencia es la una práctica generalizada e institucionalizada de criminalización del migrante, de creación de un falso enemigo, fundamentando sentimientos de insolidaridad para con estas personas, que son las únicas víctimas en toda esta historia. ¿Qué queda entonces de las políticas solidarias y abiertas, de las políticas de cooperación, de las políticas multiculturalistas, de las políticas tolerantes? En absoluto se puede afirmar que sean éstos los puntos cardinales que nos señalan nuestras brújulas en cuanto a Políticas de Fronteras. ¿Cómo puede arrogarse Estados Unidos o nuestra Europa del Capital la ejecución de políticas que representen faros y guías morales de la humanidad? ¿En base a qué datos? Lo que preconizan estos países es el desentendimiento más brutal, la ignominia más poderosa, una tendencia a que la vida de los otros nos resulte cada día más indiferente. Si no reaccionamos y damos marcha atrás, nos acercamos peligrosamente a un umbral histórico cuyo traspaso, seguramente, pondrá un punto y aparte en los valores humanos. Un punto y aparte que nos conducirá a unos niveles de miseria moral quizá nunca antes vistos. 

 

¿Nos importa que se vuelva a producir la tragedia de Lampedusa? ¿Nos importa evitar para siempre el drama de la playa del Tarajal? ¿Queremos de verdad que las personas no sufran en los CIE? ¿Pretendemos detener los vuelos masivos de deportación? ¿Pretendemos continuar contemplando los saltos de vallas con concertinas y las heridas que provocan? ¿Queremos que nuestros puertos continúen cerrados a las embarcaciones humanitarias? ¿Pretendemos seguir alimentando a las mafias? ¿Queremos a nuestros Ministros del Interior dando ruedas de prensa anuales para hacer balance de nuestros "avances en el control de la inmigración ilegal"? ¿Nos importa que nos hablen de la integración de estas personas? ¿Nos importa que creemos un entorno en sus países de origen que no les obligue a abandonarlos en una peligrosa odisea? ¿Queremos seguir aumentando nuestros presupuestos anuales para fortificación de nuestras fronteras? ¿Deseamos seguir aumentando los presupuestos de armamento y tecnología de protección de las mismas? ¿Queremos continuar recibiendo noticias en cada portada de los informativos diarios sobre las personas ahogadas en el Mediterráneo, o en el Mar de Alborán? ¿Queremos seguir asistiendo al continuo genocidio fronterizo? ¿Queremos seguir haciendo ricos a los indecentes gestores de las empresas de armamento, a los bancos que los financian, o a las empresas que gestionan los vuelos de deportación? ¿Acaso pretendemos seguir asistiendo impasibles a casos como el de Aylan Kurdi? ¿Hasta cuándo tendremos que soportar execrables gobernantes como Mateo Salvini, escupiendo en cadenas de televisión en horarios de máxima audiencia su repulsa contra los migrantes pobres? ¿Hasta cuándo veremos aumentar nuestra insensibilidad social y el despotismo institucional con que se les trata? ¿Hasta cuándo continuaremos permitiendo y practicando las devoluciones en caliente? ¿Y las deportaciones en frío, tras años de convivencia, arraigo e integración en nuestro país? ¿Hasta cuándo tendremos que soportar oír decir que personas humanas son ilegales? ¿Hasta cuándo habremos de contemplar las guerras genocidas e imperialistas, y los éxodos dantescos que provocan? Por compasión, otra Política de Fronteras. Continuaremos en siguientes entregas.

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20 mayo 2019 1 20 /05 /mayo /2019 23:00
Viñeta: Antonio Rodríguez

Viñeta: Antonio Rodríguez

El hombre en su arrogancia se cree una gran obra, merecedor de la mediación de una deidad. Más humilde, y yo pienso más cierto, es considerar que fue creado a partir de los animales

Charles Darwin

Hablamos normalmente de Animalismo, de Liberación Animal, de Vegetarianismo, de Veganismo, etc., pero existe un concepto de mayor amplitud, que recoge toda la dimensión de los demás conceptos e ideas relacionadas: el Antiespecismo. Intentaremos explicarlo de forma resumida en el presente artículo, comenzando por entender qué es el Especismo. El ser humano actual (heredero evolutivo de sus antepasados Homo …), es, simplemente, una especie más en el universo. En el planeta existen millones de especies de animales y plantas. El cuervo, por ejemplo, es otra especie más. De entrada, muchas personas podrían pensar que entre el cuervo y nosotros los humanos no hay comparación, pero creemos que están en un error. Podrían pensar que nosotros somos “personas”, y a esta palabra le conceden un estatus superior al estatus que conceden al cuervo. Para ellas, por tanto, dadas nuestras más evolucionadas características en todos los órdenes (reflexión, inteligencia, capacidades, etc.), seríamos “superiores” a un cuervo. Bien, hasta aquí la discusión no saldría de unos límites académicos que podríamos explicar científicamente (y entonces veríamos que no hay tantas diferencias entre el cuervo y nosotros). Pero el especismo comienza desde el momento en que nuestra consideración de seres “superiores” al cuervo nos conduce a dominar a dicha especie, y a colocarla a nuestro servicio, sometiéndola a todo tipo de explotación. La especie trasciende a la clase, pero también al género, a la raza…

 

Y así, desde tiempos inmemoriales, el papel que ocupamos en nuestro planeta frente al resto de especies de seres vivos nos ha conducido (por una serie de factores no evolutivos, sino culturales, sociales, educativos, políticos y económicos) a contemplar, digamos, una visión antropocéntrica (el ser humano sería el epicentro del universo), que nos ha empujado primero a la conquista, y luego a la destrucción de la naturaleza, y a tratar al resto de especies animales como verdaderos nazis, es decir, tratándolas como especies “inferiores”, y por tanto, autoconcediéndonos el supuesto derecho de explotarlos y asesinarlos para nuestro provecho. A lo largo del tiempo, toda una serie de deleznables prácticas han colocado al resto de especies bajo las más macabras intervenciones humanas: vivisección, experimentación animal, ganadería intensiva, uso de animales para nuestro ocio, celebración, tradición, diversión, deporte, costumbre, etc. Todo un tipo de alimentación humana basada en la ingesta de ciertas partes del cuerpo de los animales llevamos practicando desde hace siglos. Y toda una industria de productos derivados o procedentes de los animales se lleva cultivando para nuestra protección, abrigo, atuendo, modas, etc. La explotación animal llega a límites insospechados. Y en la inmensa mayoría de los casos, es una explotación sistemática, violenta, brutal, sanguinaria y macabra. El especismo justifica todas estas prácticas, legitima toda esta “cultura” basada en la sangre y el terror para el resto de los animales.

 

El antiespecismo es una revolución ética y política que se opone a toda esta salvaje cosmovisión. El antiespecismo aboga por un respeto hacia todas las especies por igual, aplicando el principio de igual consideración de intereses, que ya describiera magníficamente el genial pensador Peter Singer, uno de los padres del movimiento mundial por la liberación animal. Pero el antiespecismo, como hemos indicado, es una causa política, y en este sentido, ha de ser coherente con el resto de causas políticas que están en su onda. En caso contrario, corremos el riesgo de quedarnos a medio camino, y por tanto, de perder credibilidad, haciendo un flavo favor a la causa. Porque si el antiespecismo aboga por la liberación de todas las especies de animales, la nuestra, es decir, la humana, también debe estar incluida. No tendría sentido desear para una foca lo que no deseamos para nosotros, los humanos. Por tanto, el antiespecismo está en línea con el anticapitalismo, ya que el capitalismo también es un sistema de dominación y explotación (en este caso, del hombre para el hombre). Y también está en línea con el antifascismo, ya que el fascismo es, igualmente, un sistema de opresión para nuestra especie. En este amplio sentido, el antiespecismo también es incompatible con el racismo, con el sexismo, con el clasismo, y con cualquier otro sistema de sometimiento de unas especies sobre otras, de unas razas sobre otras, o de unos individuos sobre otros.

 

Una de las facetas del especismo es considerar la vida de los animales como nuestra propiedad, ya que de esa forma, legitimamos la explotación que practicamos con ellos, obviando lo que les pertenece al más alto nivel, que es su propia vida. En nuestra jerga aplicada a los animales de compañía (y a otros que no lo son), les aplicamos el nombre de “mascotas”, o decimos que somos sus “dueños”, o que nos pertenecen. Y es que dicho sentido de la propiedad nos conduce a la cosificación, en este caso de los animales, es decir, a considerarlos como a cosas que son nuestras, y que podemos hacer con ellas lo que queramos. Más bien al contrario, lo que debe primar en nuestra relación con los animales es la ética del respeto. Si llevamos este concepto de la propiedad y cosificación de los animales hasta el extremo, nos encontramos con los perversos escenarios que podemos contemplar en la ganadería extensiva (de vacas, cerdos, pollos, gallinas…), donde se secuestra literalmente la vida de estos animales desde su nacimiento hasta su muerte, y se les somete a todo tipo de torturas para obtener de ellos determinados productos que luego pasarán al circuito alimentario (huevos, leche…), o a la industria del vestido, del calzado (pieles, cuero…), etc. Vacas sometidas a potentes máquinas succionadoras de leche, gallinas hacinadas que no pueden ni desplazarse medio metro, crías de animales a las que se somete a crueles amputaciones de determinadas partes de su cuerpo, y un largo etcétera de salvajes prácticas demuestran hasta qué punto el ser humano “posee” a estos animales, “secuestra” sus vidas y los coloca a su servicio, sometiéndolos a todo tipo de torturas, maltrato y sacrificios.

 

La falta de ética del especismo se aplica también a la experimentación científica, donde es usual observar, en muchas disciplinas de investigación, los experimentos que se realizan en los laboratorios, a la hora de diseñar cierto producto cosmético, o bien de avanzar en la creación de algún fármaco para combatir determinada enfermedad. Lo típico es encontrarse con que los experimentos han sido realizados con animales (los ratones son los que se llevan la peor parte aquí), en las fases previas de experimentación clínica y comprobación de resultados, hasta que, con el paso del tiempo y los avances científico-técnicos, se consigue el efecto deseado, y comenzamos a patentar dicho producto, antes de aplicarlo a los humanos. Pero hasta llegar ahí, miles de animales mueren en los laboratorios (ante experimentos fallidos), son sometidos a crueles torturas, o bien quedan severamente afectados por los efectos secundarios o colaterales que dicha experimentación pueda ocasionar. El antiespecismo aboga porque los animales no pueden ser considerados recursos de experimentación, carne de cañón expuesta continuamente a los terribles efectos derivados de nuestros avances científicos. La ciencia posee otras alternativas para avanzar sin tener que someter continuamente a determinadas especies de animales a este constante maltrato, explotación y asesinato.

 

El especismo nos ha enseñado, desde pequeños y a través de varias instancias sociales (la familia, la escuela, el trabajo, etc.) a ver al resto de especies animales como meras mercancías, como máquinas, como utensilios para nuestra ayuda, como productos para satisfacer nuestras necesidades (alimentación, abrigo, etc.), pero nunca como seres capaces de sentir amor, sufrimiento y dolor, tal como lo sentimos nosotros. Nos han enseñado que son cosas, que son reemplazables, que son descartables, que nunca estarán a nuestra altura de seres humanos. Pero la verdad es que todos somos animales, todos sentimos por igual, todos nos merecemos la libertad y el mejor trato, todos merecemos vivir vidas dignas. El antiespecismo, pues, se enfrentaría a toda esta cosmovisión antropocéntrica que nos ha conducido a la situación actual, reemplazándola y tendiendo hacia una visión respetuosa e integradora de la especie humana con el resto de especies animales y con la propia naturaleza, entendiendo que no estamos aquí para dominarla ni para destruirla, sino para ser, estar y existir en función de ella, siendo parte de ella, siendo uno con ella, en armonía plena, y donde la naturaleza y el resto de especies animales no están a nuestro servicio, sino que todas las especies compartimos por igual la misma casa común, la madre Tierra.

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