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7 diciembre 2020 1 07 /12 /diciembre /2020 00:00
Viñeta: Olivier Ploux

Viñeta: Olivier Ploux

Llegará el día en que el resto de la creación animal adquiera aquellos derechos que les fueron negados por la tiranía. (...) La pregunta no es ¿si (los animales) pueden razonar? tampoco ¿si pueden hablar? sino ¿si pueden sufrir?

Jeremy Bentham (1789)

En la última entrega nos quedamos aportando algunos argumentos más, de los muchísimos que existen, en contra del especismo. Aún podemos aportar más: en la Wikipedia se explica: "Desde la teoría antiespecista se trata de evidenciar que los argumentos que se dan a favor del uso de animales no humanos tienen un trasfondo especista y que, por lo tanto, son arbitrarios. Algunos de estos argumentos resaltan aspectos como la racionalidad, la capacidad para usar un lenguaje u otras cualidades de tipo cognitivo que, en teoría, son características de los seres humanos y no de otros animales. Sobre estas diferencias se construye la discriminación que relega a los animales no humanos al plano de la mera propiedad, eximiéndoles de una verdadera consideración moral. El hecho que imposibilita que los intereses de los animales no humanos sean tomados en consideración es su estatus de propiedad. Al no ser considerados más que como objetos, bienes muebles, los intereses de éstos no pueden entrar en competición con los de su "dueño", ya que todo él está supeditado a la voluntad del propietario, el cual podrá darle el valor a su pertenencia que él estime". Desde una postura antiespecista, que evidentemente aboga por no considerar a los animales como cosas ni como propiedades de nadie, estamos en contra igualmente de las denominaciones de "mascotas" y otras similares que les asignan a los animales sus supuestos "dueños" (que no son tales, como estamos viendo). También estamos en contra de negar a los animales las características de racionalidad o lenguaje, ya que ellos/as son también poseedores de éstas en distintos grados. Poseen una inteligencia simplemente distinta a la nuestra, unas capacidades distintas a las nuestras, y un lenguaje distinto al nuestro. Es precisamente nuestra visión estrechamente especista la que les niega a los animales dichas capacidades, y da valor únicamente a las humanas. Solo hay que preguntar a cualquier persona que conviva o haya convivido con cualquier animal (monos, perros, gatos, pájaros, etc.) por las capacidades, el lenguaje y la inteligencia de dichos compañeros/as. No dudarán en responder y en explicarlo. 

 

Y por otro lado, hay que recordar y resaltar también el hecho de que no todos los humanos, y sobre todo si miramos cada persona a lo largo de toda su vida, poseen las capacidades ya mencionadas, y las poseen al cien por cien. De hecho, una gran cantidad de personas, entre las que se encontrarían personas con edades muy avanzadas, diversidad funcional intelectual o niños y niñas de corta edad, no poseen estos atributos, y no por ello se les niega un estatus moral particular. Es importante entender que no se trata de pequeñas minorías o colectivos marginales, ya que todos, más tarde o más temprano, pasamos por períodos de nuestra vida durante los cuales carecemos de estas capacidades, o bien las poseemos de forma mermada, y por tanto, según esta línea argumentativa, se nos debería privar de toda consideración moral, o de nuestros derechos. Esto evidentemente no sucede, siendo así evidente el trasfondo especista que subyace en estos razonamientos. Exponemos toda esta casuística para rebatir y demostrar precisamente cuán profundo es nuestro enfoque especista, hasta qué punto estamos imbuidos en él como civilización, y qué difícil es erradicar todas estas concepciones, opiniones, actitudes y comportamientos. Pero en aras de una justicia y liberación animal, hay que hacerlo. Tenemos que conseguirlo como humanidad. No nos queda más remedio si pretendemos alcanzar como civilización un estadío de plena armonía con la Naturaleza y todos los seres vivos que ella alberga. No obstante, al hilo de este debate podemos enlazar con otro, porque recuérdese que estamos haciendo énfasis en aplicar nuestros criterios antiespecistas a todos los animales sintientes, pero es conveniente recalcar que no todos los animales lo son, y dado que gran parte del hilo argumentativo parte de esta afirmación, hoy día resulta ciertamente difícil establecer una línea clara que separe a los que son capaces de experimentar conscientemente dolor de los que no. Y ello porque es evidente que no es posible comparar la complejidad del sistema nervioso de un toro, de un caballo o de un chimpancé (muy similar al de nosotros los humanos) con la total inexistencia de éste en especies como la oruga o la hormiga. Para poder diferenciar animales sintientes (conscientes) de animales únicamente vivos, se pueden emplear una serie de criterios: 

 

1.- El primero es el criterio fisiológico. A tal respecto, podemos afirmar con seguridad que un determinado animal posee sensibilidad cuando está dotado de un sistema nervioso centralizado que le permite al sujeto no solo recibir los estímulos, sino tener la experiencia (placentera o dolorosa) que le ocasiona tal estímulo. Todos los animales vertebrados, los primates y todos los grandes mamíferos poseen esta característica (en ello se basa el sensocentrismo, en oposición al antropocentrismo).

 

2.- El segundo es el criterio de la lógica evolutiva. Bajo este criterio, podemos concluir que la posibilidad de sufrir y disfrutar posibilita a los seres con la capacidad de moverse, pudiendo así huir de aquello que les daña, y acercarse a lo que les puede beneficiar. Sería en cierto modo absurdo que el animal desarrollara tal sensibilidad, pero luego no pudiese efectuar desplazamientos. 

 

3.- El tercer y último criterio es la conducta. En este sentido, todo el lenguaje no verbal, es decir, todo el conjunto de gesticulaciones, posturas, sonidos, actitudes y comportamientos son manifestaciones que aportan motivos para creer que el sujeto puede estar sintiendo placer o dolor, y actuar en consecuencia. 

 

La Teoría de la Evolución de las Especies de Charles Darwin dejó todos estos aspectos bien sentados científicamente, y en ella nos basamos para asegurar la veracidad de dichos patrones y criterios con total rotundidad. En última instancia, existe una sola diferencia entre el Especismo y las demás formas de discriminación (racismo, sexismo...), que consiste en que a diferencia de otras víctimas de injusticias, los animales no humanos no pueden liberarse por sí mismos de la discriminación y la crueldad a que son sometidos. Por eso somos nosotros, los humanos antiespecistas, los que debemos luchar por ellos, por su liberación. El Antiespecismo es, desde este punto de vista, un movimiento político y social, con un objetivo global para la humanidad, que es tratar a todos los seres vivos sintientes bajo los mismos criterios, desarrollando la empatía y la compasión para con todas las criaturas que compartimos nuestro planeta. Como objetivo final, el movimiento antiespecista persigue la consecución de un escenario político no discriminatorio, en el que los intereses de todos los sintientes no humanos sean protegidos mediante mecanismos robustos de derechos y garantías, alcanzando no solo la instauración de corpus legales y normativos al efecto, sino también de la extensión generalizada de una mentalidad antiespecista que respete y abogue por un trato digno para todos los animales. Hay que insistir en que el rechazo al Especismo no es expresión de una simple preferencia personal, sino que es una posición ética: si el Especismo es una discriminación arbitraria, entonces está moralmente injustificada. Dicha posición ética se manifestará en el rechazo a todas las formas de maltrato, explotación y sufrimiento animal (que ya han sido básicamente comentadas), así como en luchar para conseguir mejorar las vidas de todos las especies animales, cada una en su contexto. En este sentido, el movimiento antiespecista debe remover conciencias colectivas, pero no solo de personas individuales o de grupos concretos, sino también, y sobre todo, de Estados, instituciones, gobiernos y corporaciones empresariales. Así mismo, es fundamental actuar sobre los mercados, tanto locales como globales, para alterar las relaciones de poder en favor de un saldo más positivo en el trato hacia los animales. 

 

Y por supuesto, el ámbito educativo es fundamental, porque como es lógico pensar, individuos educados en una sociedad menos dispuesta a tolerar los daños hacia los animales no humanos, y con menos dificultades para vivir sin explotarles, serán más receptivos a respetarlos plenamente. Pero viceversa, solo conseguiremos sociedades plenamente antiespecistas en el futuro, si previamente hemos educado a las generaciones futuras en dichos valores, para que los comprendan, los asimilen, los asuman y los practiquen. Hay que marchar hacia la liberación animal completa, absolutamente compatible con el Buen Vivir y toda su filosofía. El objetivo es alcanzar un futuro radicalmente diferente para todos los individuos sintientes, sin importar su especie u origen, un futuro de cooperación, de respeto, de integración, de armonía, de complementariedad, de dignidad, de colaboración, de empatía y de compasión para todos los seres vivos que integramos el gran ecosistema de la PachaMama, de la Madre Tierra. Como explica Manuel López Arrabal en este artículo para el medio digital Nueva Revolución: "Está claro que los avances que vayamos consiguiendo en este sentido irán aparejados, inexorablemente, de otros similares en el ámbito de la propia especie humana. En ambos casos, los logros de un lado repercutirán en el otro, puesto que todos los seres vivos estamos interrelacionados e íntimamente conectados. Formamos parte los unos de los otros, y por tanto, no podemos ignorar ni alejarnos del dolor que infligimos consciente o inconscientemente a los demás, sean humanos o no". Un grupo internacional de eminentes científicos firmó hace pocos años la Declaración de Cambridge sobre la Consciencia, en la que proclaman su apoyo a la idea de que los animales son conscientes en la misma medida en que lo son los seres humanos. En último término, la erradicación de la violencia especista, como cualquier otra clase de violencia, pasa por denunciarla, sacarla a la luz y darla a conocer. Esto permitirá que se vaya regulando cada vez más y mejor, en relación a las condiciones de vida de los animales. Y esta regulación normalizará las bases morales para nuevas sociedades antiespecistas, que no discriminarán entre humanos y resto de seres vivos. Aún nos queda mucho camino por recorrer en este sentido, pero es un camino que merecerá la pena ser recorrido. Continuaremos en siguientes entregas.

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4 diciembre 2020 5 04 /12 /diciembre /2020 00:00
Viñeta: Malagón

Viñeta: Malagón

Cada cierto tiempo las Fuerzas Armadas tienen que recordarnos quiénes son y de dónde vienen. Nos recuerdan que ganaron la guerra, nos recuerdan que los Reyes se criaron en las rodillas del dictador, nos recuerdan que sostuvieron al Rey y conspiraron con él, y nos recuerdan que casi nada ha cambiado

Luis Gonzalo Segura (ex Teniente del Ejército)

El hecho se ha vuelto a repetir una vez más. Y ya van muchas. Quizá demasiadas. Parece que nuestro estamento militar no ha avanzado mucho, ideológicamente hablando, desde 1936, cuando los golpistas se sublevaron ante el legítimo gobierno de la Segunda República (con la inestimable ayuda de los grandes empresarios y de la Iglesia Católica, que no se nos olvide). Siempre he pensado que, si la izquierda (me refiero a la izquierda verdadera, no a ese esperpento de jaula de grillos en que se ha convertido el PSOE) alcanzase alguna vez el poder político con una amplia mayoría (bastarían los 202 escaños que consiguió Felipe González en 1982), y comenzara a emprender las grandes transformaciones que este país necesita para evolucionar hacia una democracia real (me refiero sobre todo a un Estado Laico y Republicano, con democracia económica y protección a los más vulnerables de la sociedad), los militares (al menos un sector de ellos/as) se volverían a levantar en armas, y ello porque desde la muerte del dictador, los sucesivos gobiernos nunca han emprendido una verdadera tarea de democratización de las Fuerzas Armadas. Bien, pues en estos días ha sucedido lo siguiente: ha bastado que las fuerzas políticas de la izquierda republicana catalana (ERC) y vasca (EH Bildu) proclamen su intención de votar a favor de los Presupuestos Generales del Estado, para que un total de 73 altos mandos militares retirados envíen una carta al Rey criminalizando al actual Gobierno de coalición, acusándolo, entre otras lindezas, de “socialcomunista apoyado por filoetarras e independentistas”.

 

Básicamente, los ex militares firmantes de la misiva han hecho suyo el discurso que Vox presentó recientemente en la Moción de Censura contra el Gobierno de coalición, y alertan de los supuestos riesgos que corre “la cohesión nacional tanto en su vertiente política como económica y social”. Según el diario El País, los militares han mostrado su apoyo y lealtad al monarca “en estos momentos difíciles para la Patria”. Sin embargo, bien poco les preocupaba la patria cuando el anterior Gobierno del PP recortaba derechos y libertades a mansalva, destrozaba la vida de cientos de miles de personas, adulaba al sector financiero causante de la crisis, y ahogaba al pueblo llano incrementando la desigualdad y la desprotección social, además de estar podrido de corrupción. Claro, es que para los militares, los pobres no deben pesar mucho para la patria, para ese mugriento y excluyente concepto de patria que poseen. Tampoco parece afectar para su concepto de patria la fuga del Rey Emérito, tras destaparse por la prensa extranjera y nacional parte de sus tropelías, acogido en las “modélicas democracias” de Emiratos Árabes Unidos, sus grandes amigos de siempre. Pero aún hay más, como recoge Luna Izquierdo en el artículo de referencia, porque hace algo más de una semana, otros 39 altos mandos retirados del Ejército del Aire también remitieron una carta al Parlamento Europeo y al Rey Felipe VI en la que denunciaban nada menos que la “aniquilación de la democracia española”. De hecho, los mandos firmantes explicaron que se ponen a disposición de la Casa Real para “combatir” a quienes atacan a la Monarquía, al Poder Judicial, a la lengua castellana y a la independencia de la Fiscalía General del Estado. Ahí es nada. Y añadían: “Preocupados por la situación de deterioro en la que se encuentra nuestra Nación, a la que un día juramos defender, nos dirigimos a S.M. con el mayor respeto para exponerle nuestras inquietudes y reafirmar una vez más la total lealtad a nuestro Jefe Supremo de las Fuerzas Armadas”.

 

Por su parte, el diario The Times también se hizo eco de la misiva, tras el vergonzoso silencio que los medios de comunicación dominantes en nuestro país le han dedicado al asunto. Y finalmente, la guinda de este macabro pastel la pone un grotesco grupo de WhatsApp que destapa la afinidad de algunos de sus integrantes con la ultraderecha más violenta y radical, y el franquismo. Se trata del chat “La XIX del Aire”, que instan nada menos que a fusilamientos indiscriminados y Golpes de Estado, por las bravas, y sin despeinarse. Destapaba inicialmente la noticia hace varios días el diario digital InfoLibre. Se trata de militares retirados pertenecientes a la XIX Promoción de la Academia General del Aire, entre los que se encuentra precisamente quien encabezó la carta anteriormente referida. Se cierra el círculo, por lo visto. En el chat se habla abiertamente de que “…no queda más remedio que empezar a fusilar a 26 millones de hijos de puta”, y otras lindezas por el estilo. En los mensajes hay “pronunciamientos y ataques furibundos a los partidos independentistas. Uno de los participantes envía un saludo de parte del líder de Vox, Santiago Abascal. En el audio se escucha a Abascal decir: “Buenas tardes, soy Santi Abascal y me dicen que es obligatorio saludar a este grupo. Un abrazo a todos y ¡Viva España!”. Recomiendo la lectura completa de los mensajes aparecidos en los referidos artículos, pues no tienen desperdicio, y nos proporcionan una perfecta idea de la calaña moral de sus autores, aunque algunos de ellos, entrevistados posteriormente por el referido diario, hayan negado haberse expresado en esos términos.

 

Los hechos que comentamos son de suma gravedad dentro del engranaje de una sociedad democrática, pues se trata evidentemente no de cualquier sector (no son los trabajadores/as de Correos, o los de Hacienda, o los panaderos o los futbolistas, o los profesores/as los que han enviado semejante misiva), sino de una parte de los militares retirados, por mucho que el Gobierno (a través del Ministerio de Defensa) pretenda quitarle hierro al asunto argumentando que la referida carta no ha tenido ninguna repercusión sobre los militares en activo del Ejército Español. También resulta muy significativo que el Rey no se haya pronunciado al respecto, máxime cuando la susodicha carta iba remitida a su persona. Sin embargo, el 3 de octubre de 2017 no dudó en dirigirse a la nación para apoyar la brutal represión que se ejerció sobre el pueblo catalán, cuando éste solo pretendía votar sobre su independencia. Pero volviendo a los militares, y como decíamos al comienzo, no es la primera vez que esto ocurre: ya en diciembre de 2019, en la revista publicada por la Asociación de Militares Españoles (AME), determinados militares retirados exaltaron la figura del dictador Franco en dicha publicación. Con la exhumación de Franco del Valle de los Caídos volvimos a vivir episodios esperpénticos. Y ahora, con el acuerdo con Bildu y ERC para los PGE de 2021, se vuelve a repetir el escenario. Una sociedad democrática no puede ni debe consentir estos hechos, que socavan la democracia, alteran la convivencia y constituyen un peligroso caldo de cultivo para los exaltados fascistas que aún pululan por ahí. Por el contrario, tenemos a valientes militares republicanos (la asociación ANEMOI les representa a nivel estatal) que han sido perseguidos, acosados y hasta expulsados del Ejército, simplemente por atreverse a denunciar o a replicar a estos militares antidemócratas. Hacen falta, por tanto, amplias reformas y profundas transformaciones en nuestras Fuerzas Armadas (y también por extensión en los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado) para limpiar todas las cloacas y acabar con todos los vestigios antidemocráticos que aún persisten, y desterrar de una vez por todas estas actitudes. Es hora de dejar de tener miedo a las Fuerzas Armadas.

 

¿Por qué ocurre esto? Pues básicamente, porque las Fuerzas Armadas no están al lado del pueblo, no respetan la soberanía popular (que es otra cosa bien distinta a la “soberanía nacional” a la que alude la Constitución). Precisamente en alcanzar ese objetivo consiste la tan necesaria y ansiada democratización de las Fuerzas Armadas que nuestro país necesita. El franquismo latente, de carácter sociológico pero también político y mediático, resulta, aún a más de cuatro décadas de la muerte del dictador, un lastre para soltar amarras democráticas en nuestro país. De hecho, tenemos a la ultraderecha de Vox en el Parlamento con 52 escaños, y a buena parte del Ejército (tanto en activo como en militares en la reserva) defendiendo sus mismos ideales, que no son otros que la defensa a ultranza de una cierta visión de España, una visión sectaria, caduca, anacrónica, excluyente y autoritaria que ya creíamos superada, que nos evoca y acerca a la imagen oscura, terrible, sangrienta y uniformizada de la dictadura franquista. La plena y definitiva superación del franquismo, ante este aterrador panorama, se vuelve una asignatura pendiente en nuestro país que es imperativo aprobar cuanto antes, si no queremos seguir corriendo un grave peligro de involución antidemocrática.

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2 diciembre 2020 3 02 /12 /diciembre /2020 00:00

Reduciendo a las mujeres a una mercancía susceptible de ser comprada, vendida, apropiada, intercambiada o adquirida, la prostitución ha afectado a las mujeres en tanto que grupo. Ha reforzado la ecuación establecida por la sociedad entre mujer y sexo, que reduce a las mujeres a una menor humanidad y contribuye a mantenerlas en un estatuto de segunda categoría en todo el mundo

Extracto de Informe de la ONU sobre la Prostitución en el Mundo (1992)

En nuestra última entrega incidíamos (basándonos de nuevo en el magnífico documento elaborado por Enrique Javier Díez Gutiérrez) en que uno de los argumentos de los que abogan por entender la prostitución como un trabajo estaba basado en que dicha actividad representaba una aportación socialmente útil, pero esta afirmación presupone que la necesidad sexual masculina es una necesidad biológica imperiosa, que no puede ser puesta en cuestión. Pero esto contradice el hecho evidente de que muchas personas, por circunstancias diversas, pasan determinadas etapas de su vida, de duraciones variadas, sin tener relaciones sexuales, sin que por ello se vean afectadas sus funciones vitales. De nuevo, estamos ante un argumento falaz que el capitalismo patriarcal ha alimentado durante siglos, y que entiende una cultura del consumo sexual masculinizada y mercantilizada. Y por otra parte, admitir el hecho de que ciertas mujeres, para cubrir sus perentorias necesidades, dada su precariedad vital, no poseen mejor opción "profesional" que la prostitución, es renunciar a la batalla política para incrementar el poder de las mujeres y tolerar las actividades extremadamente lucrativas y déspotas de la industria del sexo, para la cual el cuerpo de las mujeres es su materia prima fundamental. No negamos que cualquier mujer, durante su vida, y ante situaciones de extrema necesidad, haya optado por la prostitución como último recurso de salida a dicha situación, pero no por ello hemos de legitimar el hecho prostitucional como válido, o como una opción laboral disponible, al igual que cualquier otra. En definitiva, creemos que estos hechos no legitiman la opción de la prostitución como un trabajo, ni quitan valor a la postura abolicionista. Pensamos que en todos los casos y circunstancias, la prostitución constituye una enérgica modalidad de explotación sexual de las personas prostituidas, especialmente de mujeres y menores, y una de las formas más arraigadas en las que se manifiesta, ejerce y perpetúa la violencia de género. 

 

Está demostrado que la regulación de la prostitución no supone un control sobre la poderosa industria del sexo. Supone, eso sí, un control social, policial y sanitario sobre las mujeres prostituidas, especialmente de las mujeres que la ejercen en espacios abiertos, las más vulnerables de todas. Pero esta no es la solución. Entendemos que reglamentar la prostitución como un trabajo o una profesión supone quitar dicho fenómeno del ámbito de la clandestinidad (ciertamente tolerada), pero supone actuar en connivencia con el prostituidor, garantizándole las mejores condiciones para su deseo, y facilitándole el acceso, con concentración de mujeres para su elección, control sobre los locales, regulación de los mismos con buenas condiciones higiénico-sanitarias, y con productos controlados y sanos. En definitiva, supone mejorar las condiciones sobre las que la prostitución se ejerce, pero legitimando peligrosamente el fenómeno en sí mismo, validándolo como una opción laboral legítima, y por tanto consintiendo como sociedad la violencia que supone sobre el cuerpo de las mujeres, la trata de personas, y la existencia y el poder de las mafias que las controlan y mercantilizan. Todo ello no es tolerable en una sociedad que se precie de ser democrática, y que crea profundamente en los derechos humanos. En última instancia, la regulación no beneficia a las mujeres prostituidas, sino a los proxenetas, que pasan a denominarse "empresarios del sexo", concediéndoles un halo de respetabilidad (al igual que un empresario cafetero o juguetero, por ejemplo) y proporcionando a dicho sector una mayor "seguridad jurídica" (una peligrosa expresión que se utiliza mucho hoy día sin ser conscientes de lo que verdaderamente implica) y estabilidad legal, mediante marcos normativos que legalizan el hecho prostitucional, y que por tanto lo normalizan para el conjunto de la sociedad. Las mafias pasan a convertirse en corporaciones empresariales que cotizan en bolsa (como de hecho ocurre en Australia), y también beneficia a los propios clientes (prostituidores), pues también los aceptan y normalizan socialmente. En los países donde se ha intentado, la regulación ha expandido y aumentado la demanda de prostitución, incentivando a los hombres a comprar a las mujeres por sexo bajo un entorno social más permisible y de mayor aceptabilidad. Todo ello es lo que la postura abolicionista combate. 

 

Regular la prostitución como un trabajo equivale a aceptar implícita y explícitamente un modelo de relaciones asimétricas entre hombres y mujeres, un modelo de dominación injusto y desigual, que implica aceptar que los hombres poseen necesidades (sexuales) ineludibles que deben poder ser satisfechas mediante el uso (mercantilizado) del cuerpo de las mujeres. Entendemos que este enfoque supone una aberración en sí mismo, y por eso apostamos por la abolición. Porque si reglamentamos la prostitución, integrándola en la economía de mercado (una actividad que incrementa el PIB), estamos enviando el mensaje de que la prostitución es una alternativa viable y aceptable para las mujeres, estamos diciendo que no estamos en contra de ella, que no nos oponemos, y por tanto, no es necesario actuar ni remover las causas profundas que motivan el hecho, ni alterar las condiciones sociales que posibilitan y determinan a las mujeres a prostituirse (o a que las prostituyan). Tampoco se puede desvincular el tráfico de mujeres de la legalización de la prostitución, porque el tráfico es una consecuencia de la oferta y la demanda que rige el negocio de la prostitución a escala mundial. La legalización, por tanto, estimula y promueve el tráfico y empodera a las mafias. Legalizar la prostitución implica, por tanto, legalizar la violencia que se ejerce contra las mujeres, asumirla y normalizarla socialmente. Según un estudio de la Universidad de Londres (2003), la legalización o regulación de la prostitución condujo (en los países estudiados, Australia, Irlanda y los Países Bajos) a un drástico aumento en todas las facetas de la industria del sexo, un marcado incremento del crimen organizado en dicha industria, un dramático aumento en la prostitución infantil, una explosión en la cantidad de mujeres y niñas extranjeras traficadas hacia la región, así como diversos indicadores que mostraron un incremento en la violencia contra las mujeres. Sin embargo, entre todos los casos estudiados, Suecia es un caso especial que demuestra nuestra tesis, pues sus resultados han sido distintos. De hecho, Suecia ha disminuido drásticamente la cifra de mujeres dedicadas a la prostitución. La "solución sueca" se inició en el año 1999, cuando tras años de investigación y estudios, se aprobó una ley que penaliza la compra de servicios sexuales y despenaliza la venta de los mismos.

 

¿Cuál es el secreto? Pues veamos: la novedosa lógica que hay detrás de esta inteligente legislación se advierte claramente en la literatura del gobierno sueco aportada sobre la ley en su exposición de motivos: "En Suecia la prostitución es considerada como un aspecto de la violencia masculina contra mujeres, niñas y niños. Es reconocida oficialmente como una forma de explotación de mujeres, niñas y niños, y constituye un problema social significativo...la igualdad de género continuará siendo inalcanzable mientras los hombres compren, vendan y exploten a mujeres, niñas y niños prostituyéndoles". Queda por tanto absolutamente claro. Nos parece que éste es el único enfoque realmente digno para acabar con el problema. La conclusión se nos ofrece nítida: la erradicación de la demanda es la única fórmula para abolir la prostitución. Como explica Díez Gutiérrez: "Además de la estrategia legal de dos vías, un tercer y esencial elemento de la ley sueca sobre la prostitución provee que amplios fondos para servicios sociales integrales sean dirigidos a cualquier prostituta que desee dejar esa ocupación; también provee fondos adicionales para educar al público. Siendo así, la estrategia única de Suecia trata la prostitución como una forma de violencia contra las mujeres, en la cual se penaliza a los hombres que las explotan comprando servicios sexuales, se trata a las prostitutas, en su mayoría, como víctimas que requieren ayuda y se educa al público para contrarrestar el histórico sesgo masculino que por tanto tiempo ha embrutecido el pensamiento acerca de la prostitución. A fin de anclar sólidamente su visión en terreno legal firme, la ley sueca referida a la prostitución fue aprobada como parte de la legislación general de 1999 sobre la violencia contra las mujeres". Es decir, es un texto integral contra toda forma de violencia hacia las mujeres el que de hecho ataca la prostitución como un fenómeno más encajado en dicha órbita, y dictamina que la forma de abolir el mismo es criminalizar la propia demanda. Pero obsérvese que para que un gobierno actúe de esta forma primero tiene que dejar de entender el fenómeno prostitucional desde la óptica de los hombres que se benefician de él.

 

Es decir, considerar a las prostitutas como víctimas de coerción y violencia por parte de hombres requiere que un determinado gobierno que se lo plantee, en primer lugar pase de entender y mirar la prostitución desde la óptica masculina, a contemplarla desde los ojos de las mujeres. Este cambio de enfoque es primordial, sin el cual es imposible diagnosticar adecuadamente el fenómeno. Y los países, en su inmensa mayoría (si no es que prácticamente todos), continúan viendo la prostitución y cualquier otro asunto desde una óptica predominantemente masculina. Por eso, Suecia, en contraste, ha sido líder en promover la igualdad de las mujeres y los hombres durante mucho tiempo, y también destacó en esos momentos (comienzos del presente siglo) por tener la más elevada proporción de mujeres en todos los niveles de responsabilidad, tanto en el ámbito privado como en el público. En 1999, cuando se aprobó la ley a la que hemos hecho referencia, una trascendental ley sobre la prostitución, no solo pionera sino que estableció un enfoque diferente, el Parlamento sueco ya estaba conformado casi en un 50% por mujeres, es decir, era prácticamente paritario. ¿Qué hay que hacer, entonces? Aspirar a una ley como la sueca, exigir que el planteamiento para la prostitución sea abolicionista, y de momento, se puede ir combatiendo lo que ya existe y está más o menos normalizado: que se persiga a los proxenetas que campan a sus anchas en los diferentes clubs de alterne, los burdeles de carretera, que todo el mundo conoce y tolera. Un siguiente paso debe ser enfocar la prostitución criminalizando quien la promueve y favorece la existencia de la misma, que no son otros que los prostituidores, los mal llamados "clientes" (el neoliberalismo también extiende este término hacia todos los sectores, y así también son llamados "clientes" los enfermos de un hospital privado, o los alumnos y sus padres en los colegios privados). Hay que situar el foco sobre un hecho fundamental: no existe prostitución ni mujer prostituida sin el hombre prostituidor. Y en esta misma línea, el siguiente paso sería dejar de actuar en connivencia con el prostituidor abonando la tesis regulacionista, sino apostar por una visión abolicionista centrada precisamente sobre la existencia de la demanda, y poniéndole la vida difícil a los hombres que desean seguir comprando sexo. Continuaremos en siguientes entregas.

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30 noviembre 2020 1 30 /11 /noviembre /2020 00:00
Viñeta: Ramón Díaz Yanes

Viñeta: Ramón Díaz Yanes

Hasta que la compasión del ser humano no abarque a todas las criaturas, el hombre no alcanzará la paz

Albert Scheweitzer

Y es que el ser humano lleva librando una suerte de guerra contra los animales, acuciada sobre todo desde la extensión del capitalismo globalizado. No es que antes del capitalismo existiera conciencia animalista, que no existía, pero es a través de la difusión global del capitalismo y de sus peligrosos valores cuando la guerra del capital hacia todas las formas de vida en el planeta se desata con más furia. Y los animales, en este sentido, como los individuos más indefensos, están en la diana del mismo. Pues bien, dicha guerra contra los animales tiene multitud de consecuencias graves para ellos (algunas ya las hemos analizado, y otras se verán más en profundidad en sucesivas entregas), pero también para nosotros los humanos. Una de dichas consecuencias graves para los humanos, por desgracia, está muy vigente actualmente: nos referimos a la zoonosis, proceso mediante el cual se traspasan virus desde el mundo animal al mundo humano, tal cual ha ocurrido con la actual pandemia de Coronavirus (Sars-Cov-2). Tomaremos como referencia, para esta exposición, parte del trabajo que realiza Mónica Cragnolini para el libro colectivo "La Fiebre" (Ed. ASPO), titulado "Ontología de guerra frente a la zoonosis". En el siglo XXI, la zoonosis a las que les "hacemos la guerra" se hallan estrechamente vinculadas con el consumo de animales por parte de los humanos, sea de animales de producción, sea de animales de caza. Hemos de partir de la base de las pésimas condiciones a las cuales sometemos a los animales durante su captura, almacenamiento, distribución y posterior consumo, además de la propia destrucción de su hábitat, y las consecuencias que todo ello acarrea. Cragnolini explica: "En los animales de producción intensiva, el hacinamiento, las nutriciones inadecuadas, el uso de antibióticos y hormonas, el estrés sufrido por las condiciones de vida en jaulas o cubiles estrechísimos (en los que carecen de toda posibilidad de movimientos), producen continuamente enfermedades. En los animales que son objeto de caza, los cambios a nivel del hábitat y nicho ecológico; las migraciones a las que se ven obligados por el desmonte, por la erosión de los suelos; por el rellenado de sumideros para construir barrios cerrados, también generan enfermedades por virus que «saltan» a la especie humana". 

 

Desde hace décadas se viene advirtiendo (incluso desde organismos internacionales como la FAO) sobre las peligrosas consecuencias de la producción agropecuaria y la creciente demanda de carne animal para consumo, a nivel de impacto ambiental; ataque a la biodiversidad, degradación de aguas y suelos, contaminación, etc. El biólogo Rob Wallace señalaba, en 2016, que para las multinacionales de los agronegocios “vale la pena producir un patógeno que podría matar a mil millones de personas” porque se prioriza la ganancia por encima de cualquier otra cuestión. Y no son pocos los informes de virólogos señalando los peligros de la producción cárnica intensiva en esta generación de pandemias. Producción que está vinculada también con la desigualdad distributiva: es un pequeño porcentaje de la humanidad el que se alimenta de la carne de los animales de producción intensiva. El filósofo francés de origen argelino Jacques Derrida ha llamado «guerra santa contra el animal» a la violencia constitutiva del proyecto tecnocientífico en el proceso de humanización. Entendámonos: «humanizarse» ha significado «dejar de ser animal» para buena parte del pensamiento occidental, y ese proceso se ha encarado como «guerra» contra la animalidad. El adjetivo «santa», en la expresión derridiana, alude al hecho de que ninguna de las tres religiones monoteístas ha tenido en cuenta, en su regla de oro, al animal, como otro que debe ser respetado. Nietzsche, en "La genealogía de la moral", llamó a este proceso «odio contra lo animal». Nuestra vinculación con los animales que son traídos a la existencia solamente para ser consumidos, que viven una vida determinada en tiempo y espacio por nuestras supuestas necesidades, no puede ser pensada sino en estos términos de odio y guerra, enmascarados tras la idea de «necesidades de alimentación». Dejemos por tanto las cosas claras: la guerra no la iniciaron los virus, sino que la iniciamos nosotros. Desde este Blog no estamos de acuerdo con las expresiones belicistas para referirse a las epidemias y pandemias causadas por estos microorganismos, pero lo que sí tenemos claro es que si se usan, se han de usar en este sentido: el virus no nos hace ninguna guerra, sino que la guerra la estamos haciendo nosotros contra el mundo animal, y en último término, contra la Naturaleza y todas las formas de vida que ella alberga. 

 

Sí, la guerra la iniciamos nosotros. Y la iniciamos nosotros cuando nos montamos de manera soberbia sobre el modelo del hombre que «domina» la naturaleza a través de su cultura y sus valores. La guerra la iniciamos nosotros cuando creímos que todo lo viviente estaba a nuestro servicio, allí, «a la mano», listo para ser utilizado, manufacturado, consumido, aniquilado...Hoy día seguimos permitiendo, por ejemplo, que se quemen millones de hectáreas de bosques profundos (como está ocurriendo en la Amazonía, sin ir más lejos) para continuar disponiendo de enormes cantidades de terreno que dedicar, entre otras cosas, a los pastos y al ganado. Pero no somos conscientes (o si lo somos, pesa más para el capitalismo las supuestas "ventajas" de destruir el entorno natural) de que dicha destrucción es también la nuestra. Mónica Cragnolini finaliza su artículo con un alegato positivo y un llamamiento: "En los últimos días, hemos visto imágenes de la laguna de Venecia con sus aguas insólitamente claras, de cielos azules en ciudades antes plagadas por la contaminación, de plantas que vuelven a nacer y florecer en tierras aparentemente yermas. La cuarentena ha permitido ver algo de cómo es el mundo cuando se detiene la maquinaria de superhumanización, maquinaria devastadora de las formas de vida y contaminadora de todo el planeta. Sabemos que esta detención de la maquinaria productiva-apropiativa-extractiva no durará demasiado: una vez controlada la enfermedad, los engranajes volverán a engancharse y seguirán su ritmo obsesivo. Pero mientras tanto, tuvimos tiempo para pensar diversas cuestiones que tienen que ver con nuestro modelo de humanidad. Creo que «otro modo de ser» en relación con la tierra y la comunidad (de lo) viviente nos está reclamando hace tiempo. Tal vez estos días de aislamiento nos preparen para la escucha de ese reclamo que habitualmente preferimos silenciar". Nos parece muy optimista por su parte el creer que la actual pandemia de Coronavirus provocará en la especie humana este efecto. Pero la esperanza es algo que nunca podemos perder. Lo que sí creemos es que habrá quedado demostrado, después de muchas décadas de negarlo por parte de los poderes políticos y económicos, que un parón en determinadas actividades económicas, un replanteamiento de las mismas, una nueva mirada inclusiva hacia los más pobres y vulnerables, todo eso, es verdaderamente posible, y además es necesario. Es la semilla para alcanzar el Buen Vivir. 

 

Pero volvamos al mundo animal, que es el que nos ocupa. El hombre ha hecho de nuestro planeta un infierno para los animales, y la zoonosis es una de esas graves consecuencias de la destrucción, el maltrato, el sufrimiento y la muerte que causamos. Es una cuestión de simples equilibrios: en el mundo existen millones de virus (y de otros microorganismos), pero actuando dentro de un contexto y de un entorno limitados, del cual normalmente no salen, salvo cuando se producen, literalmente, invasiones del humano en dicho mundo. Y es que desde nuestra arraigada creencia de que somos el centro del planeta, y por tanto, de que todo gira a nuestro alrededor (Antropocentrismo), nace el prejuicio hacia otros seres no humanos, integrantes de la Naturaleza desde mucho antes que nosotros. Se trata del Especismo, como ya hemos explicado en anteriores entregas. El Especismo impregna una buena parte de nuestro lenguaje, de nuestros comportamientos, actitudes y pensamientos en las sociedades humanas. Es algo tan presente en nuestro subconsciente que a veces no nos damos cuenta. Subyace por ejemplo en nuestro lenguaje cotidiano, despreciativo hacia los animales: "Se comporta como un cerdo...", "Actuó como un animal...", y otros muchos, son claros insultos especistas. Y estos insultos, sin que tal vez lo percibamos, generan en nuestra psique una consciencia de separación y violencia. Y entonces nos llaman "gallina", "burro", "besugo", y otros calificativos, con plena normalización de los mismos. En este artículo del medio digital Nueva Revolución se explica: "Decía el filósofo Dominique Lestel: "La inteligencia animal no es una inteligencia humana menos evolucionada que la del hombre, sino sencillamente una inteligencia distinta". De hecho, muchos animales poseen unas capacidades inmensamente más potentes y perfectas que las de los seres humanos. Con un sentido de la orientación increíble, algunos han sido dotados con unos talentos de alta tecnología que a muchos de nosotros nos encantaría tener. Y, al igual que nosotros, encarnan el misterio y la maravilla de la consciencia. Porque cada especie dispone de la inteligencia y las capacidades que le son necesarias para sobrevivir". Piénsese, por ejemplo, en el olfato de los perros: ¿nos hemos parado a pensar qué poderío posee esa pequeña nariz perruna? Gracias a su olfato no solo saben la biografía casi completa de otro perro/a, incluso estando situado/a a cientos de metros de distancia, sino que su herramienta olfativa es más poderosa que un scanner, un TAC y una prueba química juntas. ¿Llegará el ser humano a diseñar alguna vez una herramienta tecnológica más potente e inteligente que el olfato de un perro? 

 

Pensemos en la variedad de animales, cada uno aportando sus propias capacidades, estilos y características: rápidos, veloces, vivos, listos, eficientes...entrañables, admirables, con una fidelidad y una capacidad de amor increíbles...Sobradamente dignos del respeto y de la consideración que indudablemente se merecen. Los humanos no somos quienes para maltratarlos salvajemente, convertirlos en esclavos o eliminarlos cruelmente. Ellos, al igual que nosotros, habitan este planeta. Ellos también tienen su razón de ser y existir en el Universo, y por tanto, tienen derecho a una vida digna, a disfrutar de ella, de su prole, del Sol, del aire, del agua, de la comida, de su parcela de libertad...Pero sin embargo, las atrocidades que cometemos contra ellos no tienen límite. Como se afirma en el artículo de referencia: "Las vibraciones de pánico, horror y sufrimiento atroz de billones de seres impregnan la resonancia energética del planeta. Tengamos la valentía de admitirlo y observemos nuestra absoluta carencia de compasión". Está claro que si esta situación se mantiene es porque se alimenta diariamente con nuestra propia indiferencia, con nuestra resistencia al cambio, y con nuestro escaso interés hacia el asunto. A ello se une también la enorme presión de los intereses políticos creados, así como de los lobbies económicos que se benefician del maltrato y del sufrimiento animal. Pero los hábitos, tradiciones  y costumbres creados por una determinada cultura pueden ser cambiados. Es algo que está suficientemente demostrado. Solo hay que disponer de una mínima voluntad para alcanzarlo, estar plenamente convencidos, y luchar con valentía para conseguirlo. El Especismo será superado por la humanidad, si antes no nos hemos destruido como especie ante el colapso civilizatorio que estamos propiciando. Pero superar el Especismo es, como decimos, condición sine qua non para alcanzar el Buen Vivir, esa vida en plenitud, en total armonía y cooperación, en igualdad, bajo la misma óptica de comparación de intereses, y en equilibrio y respeto con todas las formas de vida. Pero superar el Especismo, como estamos viendo, requerirá superar fuertes barreras, alcanzar amplios objetivos, consagrar unos nuevos valores morales, extender el universo moral más allá de nosotros los humanos, y difundir y normalizar nuevas éticas, normas de comportamiento que puedan ser asumidas por todos. Es una cuestión global, aunque se deba actuar localmente. Continuaremos en siguientes entregas.

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27 noviembre 2020 5 27 /11 /noviembre /2020 00:00

Hace pocos días se aprobaba en un primer trámite la nueva LOMLOE (más conocida como “Ley Celáa”), y tanto en el Congreso de los Diputados como en las calles aledañas al mismo los detractores de dicha Ley proclamaban al unísono: “¡Libertad!”. Cualquier observador externo, sin más datos, podría pensar que el nuevo texto legal es de carácter autoritario, que recorta las libertades a la comunidad educativa (padres y madres, alumnado y profesorado), y que por tanto es criticable bajo la óptica de una sociedad democrática. Nada más lejos de la realidad. Lo que ocurre, como vamos a exponer a continuación, es que la derecha política, social y mediática de este país viene apropiándose falsariamente de este término, impregnándolo de un significado y ensartándolo en un contexto que para nada le corresponde (salvando las distancias, los negacionistas de la pandemia de coronavirus también reclaman en las calles de las ciudades “¡Libertad!”, pero como estamos diciendo, son apropiaciones conceptuales del término absolutamente sesgadas, erróneas e interesadas). Cuando el pasado domingo miles de vehículos salieron en caravana por muchas ciudades de nuestro país, en protesta por la llamada Ley Celáa, y los periodistas se acercaban a preguntarles por qué estaban allí, las respuestas eran similares, a saber: “Porque reclamamos libertad para poder educar a nuestros hijos según nuestros principios”, “Porque queremos seguir teniendo libertad para llevar a nuestros hijos al centro que queramos”, “Porque esta ley restringe el derecho de los padres a impartir la educación que quieran a sus hijos”, y miles más de variantes.

 

En el fondo, todas las respuestas nos llevan a una misma, que es en sí una falacia, como vamos a exponer a continuación. De entrada, el concepto de “libertad” que los adeptos de la escuela concertada poseen es un concepto muy particular. La cuestión del consentimiento, de la “política de elección personal” descansa sobre una visión liberal occidental de los derechos humanos que eleva la voluntad y las elecciones individuales por encima de todos los otros derechos humanos y de toda noción de bien común. Y así, en su sacrosanta visión de la “libertad” individual no interviene el bien superior de la sociedad, pues en el fondo, bajo su prisma insolidario, egoísta e individualista, no creen en la misma. Nosotros pensamos, en cambio, que en nombre de una cierta concepción del ser humano y del bien común, la colectividad, a lo largo de la Historia, ha juzgado necesario con frecuencia poner límites a la libertad individual (venta de órganos, esclavitud, uso de drogas, etc.) para alcanzar un bien común superior. Esto es exactamente aplicable al caso que nos ocupa, porque frente al derecho humano fundamental y universal a la educación (tal como lo entendemos), no cabe la libertad individual de conceder privilegios a ciertos sectores, grupos o personas, para menoscabar los objetivos de la escuela pública, que son de todos. Se enarbola por tanto un supuesto derecho de los padres “a que sus hijos e hijas reciban la educación que sus progenitores deseen”, pero a costa del erario público, es decir, a costa del conjunto de la sociedad. He ahí donde reside la trampa.

 

Existe un hecho incontestable: no hay crecimiento de la escuela concertada sin recortes en la escuela pública, al igual que no existen ricos sin la existencia de pobres. Bajo los gobiernos conservadores y neoliberales, siempre apoyados en este asunto por la Conferencia Episcopal, la escuela concertada lleva en nuestro país un ritmo creciente durante las últimas décadas, que es directamente proporcional al decrecimiento de la escuela pública, medido éste en todas sus dimensiones (en personal docente, en recursos, en medios, en número de centros, etc.). Pero aún se escuchan más falacias en el argumentario de la derecha educativa: se dice que esta Ley (aún muy tibia y timorata) constituirá un “monopolio estatal” para la educación, cuando ni contempla la reducción de la escuela concertada (a lo más que se llega es a no financiar a los colegios que segreguen por sexos), ni la escuela pública es una “escuela estatal”. Es decir, que los mismos que desean un monopolio católico y privado para las escuelas, están en contra de un supuesto “monopolio estatal” que no existe ni existirá. Todo un desaguisado.

 

Por otra parte, que la escuela concertada tiene fines de negocio y empresariales, es decir, fines corruptos (en el sentido de que se alejan del objetivo primordial, que no es otro que satisfacer el derecho universal y fundamental a la educación) lo atestiguan sus poderosas cifras: su presupuesto es de más de 6.000 millones de euros al año, para un total aproximado de 2 millones de alumnos/as. Según datos del propio Ministerio de Educación, la educación concertada ha incrementado sus fondos en un 25% durante la última década (frente al 1,4% que lo ha hecho la escuela pública). A ello habría que sumar, en su caso, las correspondientes cuotas que deben aportar los padres de los niños y niñas que estudian en ellas. Y otro asunto escandaloso es la propia segregación social que la escuela concertada lleva a cabo: los hijos/as pertenecientes a familias con pocos recursos no pueden estudiar en la concertada, la concertada admite siempre a menos inmigrantes que la pública, y los alumnos de etnia gitana también parecen estar destinados a estudiar en la pública y no en la concertada. Los alumnos y alumnas de clase económica baja suponen un tercio de los/as estudiantes de la pública, frente a solo un 7% de la escuela concertada.

 

De forma general, solo el 13% de los alumnos extranjeros estudian en la escuela concertada. Además de todo ello, la escuela concertada acaba expulsando a los malos estudiantes, a los conflictivos, a los que tienen necesidades especiales y a los de baja clase social hacia la escuela pública (al igual que por ejemplo, hacen los hospitales privados con los enfermos que no les interesan, es decir, enviarlos a los hospitales públicos. En el fondo, la política neoliberal es la misma para todos los ámbitos). Finalmente, el poder de la Iglesia Católica en la educación concertada en nuestro país es verdaderamente escandaloso: “Escuelas Católicas”, la red que agrupa a todos los centros de la Iglesia, representa al 60% de la escuela concertada, de ahí que la jerarquía eclesiástica haya llamado también a la rebelión contra la Ley Celáa, más bien con un carácter “preventivo” (pues como decimos, la LOMLOE no ataca directamente a sus centros, ni a medio ni a largo plazo).

 

Esto se llama segregar: se podrá estar a favor o en contra (nosotros apostamos por una escuela pública inclusiva), pero ese es su nombre. El problema está, por tanto, en la gran permisividad política (que ha ido además creciendo en cada presupuesto) frente a todo este proceso segregador, más que consentido y buscado, tolerado y bien visto, apoyado desde las instancias públicas, y mientras esto sucede, la escuela pública va siendo atacada, menospreciada, ninguneada, infrafinanciada, despojada de medios humanos y materiales, es decir, residualizada. En resumidas cuentas, se viene congelando o recortando sistemáticamente la inversión en educación pública, mientras se incrementa el gasto para la educación concertada. Al final, este injusto y perverso modelo pretende perpetuar una escuela para ricos y otra para pobres, una escuela de los mejores estudiantes y otra de los peores, una escuela financiada y otra saqueada, una escuela dotada de recursos y apoyos, y otra discriminada, una escuela elitista y selectiva, y otra escuela residual. Y a todo esto, es a lo que llaman “libertad”.

 

En definitiva, cuando los adalides de la escuela concertada gritan “¡Libertad!” lo que están pidiendo es que el Estado les siga concediendo en espiral creciente la libertad para segregar al alumnado, la libertad para cobrar cuotas en sus centros, la libertad para adoctrinar a sus hijos e hijas en clase, la libertad para que la religión católica y sus múltiples sectas continúen con su poder dentro de la escuela, la libertad para separar por sexos, la libertad para elitizar la enseñanza de quien pueda pagarla, y la libertad para convertir en un gueto la enseñanza pública, conduciéndola a un sector residual. Éstas son las “libertades” que reclama la escuela concertada. Que el Estado se las conceda o no será otro cantar, pero al menos, ya tenemos claro a lo que se refieren cuando la proclaman fervientemente en las calles. Les va en ello sus privilegios.

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25 noviembre 2020 3 25 /11 /noviembre /2020 00:00

El abolicionismo es una causa política legítima y justa en una sociedad democrática que acata los Derechos Humanos y que ha abolido la esclavitud y por eso no puede aceptar alegremente la imposición del mercado sobre los cuerpos de las mujeres, niños y niñas. Las mujeres abolicionistas no podemos aceptar sin rebelarnos una metafísica de la prostitución como elección libre cuando es una imposición de los mercados, sus élites y un sistema de expropiación criminal

Cruz Leal

En la entrega anterior nos quedamos analizando (siguiendo este documento de Enrique Javier Díez Gutiérrez) el papel masculino en el asunto de la prostitución. Y nos quedamos recalcando una idea fundamental: el papel de los hombres en la prostitución viene ocultándose y silenciándose desde siempre, precisamente porque al patriarcado no le interesa, cuando el hombre es el verdadero prostituidor. De hecho, casi todas las investigaciones sobre el tema eluden detenerse y exponer con profundidad el papel de aquellas personas que la consumen, que son los hombres. Son estudios, la mayoría de ellos, que al tiempo que estudian el fenómeno y lo analizan desde (casi) todos los puntos de vista, incluso lo denuncian abiertamente, tienden a proteger o a silenciar con un manto de inocencia a los usuarios de la prostitución, que no son otros que los hombres. De este modo, hablar de prostitución, en la inmensa mayoría de las ocasiones, es hablar de las prostitutas (putas, gays, taxi boys, travestis...), de los rufianes y de los burdeles, de las mafias y de los proxenetas, pero no de los clientes-prostituidores. Y así, el rol y la responsabilidad de estos millones (por todo el mundo) de compradores de sexo no es examinado ni cuestionado, y es incluso eludido por instituciones y organismos internacionales como la Organización Mundial de la Salud (OMS). Y como explica Díez Gutiérrez: "El rechazo generalizado a afrontar un examen crítico o hacer pesar una responsabilidad sobre los usuarios de la prostitución, que constituyen de lejos el más importante eslabón del sistema prostitucional, no es otra cosa que una defensa tácita de las prácticas y privilegios sexuales masculinos. Por eso es tan importante hacer un análisis de las razones que explican por qué en una sociedad más abierta y libre, como la española tras la etapa de la dictadura franquista, sigue habiendo tantos hombres y jóvenes que acuden a relaciones prostitucionales con mujeres o con otros hombres". El rol masculino en la prostitución, por tanto, ha de establecerse y denunciarse clara y abiertamente, sin tapujos ni complejos. Bien, la pregunta fundamental en este ámbito sería por tanto: ¿Por qué los hombres acuden a la prostitución? Cuando hacemos esta pregunta no la estamos haciendo solo en sentido genérico e internacional, sino concretándola al prototipo masculino que en cada sociedad puede acercarse y participar de este fenómeno. 

 

Pues bien, la mayoría de estudios serios que se han publicado sobre el tema exponen una conclusión similar, en el sentido de que un número creciente de hombres busca a las prostitutas más para dominar que para gozar sexualmente. Y es que como resulta que en sus relaciones sociales y personales (familia, pareja, amistades, compañeros/as de trabajo...) experimentan una pérdida de poder y de masculinidad tradicional, y no consiguen crear relaciones de reciprocidad y respeto con las mujeres con las que se relacionan, estos mismos hombres buscan la compañía de prostitutas para restablecer su posición de dominio y control total. Retomo de nuevo las palabras de Díez Gutiérrez: "De hecho, no tenemos más que analizar los anuncios de la prensa escrita, en donde los reclamos se refieren a cuatro aspectos: por un lado la sumisión, por otro lo que denominan “vicio”, el tercero sería la edad y por último el servicio ofrecido. La sumisión, es decir, el haz conmigo lo que quieras, cuando quieras, las veces que quieras, el tiempo que quieras. La alusión al vicio y a sus sinónimos: “viciosa”, “muy viciosa”, morbosa, etcétera. Alusión a la edad: mujercitas, jovencitas, rasurada, aniñada. De ahí que sean los clientes-prostituidores los principales responsables en la cada vez más reducida edad de la “mercadería” que consumen, pues exigen con ansía y demanda creciente el permanente cambio de las mujeres y que sean cada vez más jóvenes quienes satisfagan su “pasión sexual” a precio fijo y por un lapso de tiempo pautado". En última instancia, es el patriarcado, con toda su profunda carga de roles, el responsable final de esta situación, porque parece como si una parte importante de la humanidad, los hombres que acuden a la prostitución, tuvieran un problema serio con su sexualidad, no siendo capaces de establecer una relación de igualdad con las mujeres, el 50% del género humano, que creen que debe de estar a su servicio. Como si cada vez que las mujeres consiguen mayores cotas de igualdad y de derechos, estos hombres no fueran capaces de encajar una relación de equidad y recurrieran, cada vez con mayor frecuencia, a relaciones comerciales por las que pagando se consigue ser el centro de atención exclusiva, regresando a la etapa infantil de egocentrismo intenso, y una relación que no conlleva necesariamente ninguna “carga” de responsabilidad, cuidado, atención o compromiso de respeto y equivalencia. Como decimos, son los valores que el patriarcado nos lleva inculcando durante siglos, que aquí se muestran de forma nítida. 

 

Bien, una segunda conclusión relevante de los estudios nacionales es que España es uno de los países donde el "consumo" de prostitución está menos desprestigiado. Las encuestas indican que un 39% de los españoles acude de forma habitual a la prostitución, sin que se les reproche socialmente ni se les recrimine legalmente. De hecho, parece que hay un consentimiento social ya no tácito, sino explícito, en mantener estrategias y formas constantes que “alivian” la responsabilidad de aquellos que inician, sostienen y refuerzan esta práctica. Sabemos perfectamente cómo en infinidad de ocasiones, las celebraciones masculinas (despedidas de soltero, fiestas varias...) terminan en prostíbulos de manera frecuente y normalizada. Díez Gutiérrez asegura que "no sería demasiado exagerado afirmar que la sola condición de varón ya nos instala dentro de una población con grandes posibilidades de convertirnos en consumidores". Todas estas prácticas prostitucionales llegan a convertirse en una especie de pieza fundamental para la socialización de la sexualidad en el hombre. Todo ello contribuye tristemente, en el imaginario social colectivo, a legitimar el fenómeno de la prostitución. Y de esta forma, es muy difícil desterrar prácticas convalidadas por las costumbres, y asumidas y normalizadas por la mayoría de la población. Es la educación, campo tan valioso para transmitir multitud de valores, la que debe fomentar otros mecanismos de socialización que conduzcan a los futuros hombres adultos para aprender a vivir sin servidoras sexuales (ni domésticas). Otro asunto fundamental, que venimos denunciando desde las primeras entregas de la serie, es la necesidad de cuestionar los argumentos que legitiman la prostitución como un trabajo, pues dichos argumentos también contribuyen a normalizar el hecho de que existan los prostituidores, esta vez además con más fuerza, si se considera la existencia legal de "trabajadoras sexuales". De hecho, muchos hombres jóvenes están utilizando actualmente el argumento del derecho que tiene toda mujer a prostituirse, invocan para ello el derecho a la autodeterminación sobre el propio cuerpo y la sexualidad personal. Este es interpretado como el derecho de una persona a elegir y tomar decisiones con total autonomía, lo que puede incluir el hecho de implicarse en relaciones sexuales comerciales o de definir las modalidades de este intercambio sexual.

 

Analicemos esta postura con más calma: en el fondo, lo que subyace bajo esta visión "liberal" del asunto es una visión sobre los derechos humanos que eleva la voluntad personal y las elecciones individuales por encima de todos los demás derechos humanos y de toda noción de bien común. De hecho es el enfoque general que el neoliberalismo asigna al concepto de "libertad" (lo ponemos entre comillas para señalar precisamente que es "su" visión de la libertad, pero no la libertad que nosotros entendemos). En nombre de esta supuesta "libertad" se tolera la prostitución, incluso se la defiende desde la perspectiva de que algunas mujeres puedan "elegirla" libremente. Esta posición política es claramente miope hacia la contemplación de los desequilibrios estructurales, sociales, políticos y económicos, hacia las desigualdades, y hacia el modelo de relaciones sexuales basadas en el poder entre las mujeres y los hombres, que delimitan el contexto para estas supuestas "elecciones libres" y decisiones, y que por tanto imposibilitan de facto que la prostitución pueda darse en un contexto de plena libertad. En este caso, además, ignora el fenómeno de la dominación patriarcal masculina sobre las mujeres, que se mantiene tanto en la esfera privada como en el espacio público, reforzando así la opresión de las mujeres por su complicidad con el sistema de dominación y de violencia masculinas. Esta posición tampoco tiene en cuenta el hecho, sin embargo evidente, de que los usuarios masculinos de la prostitución no se preocupan de saber si la “mercancía humana” que ellos adquieren consiente en ser puesta a su disposición sexual, cuestión que no les inquieta lo más mínimo. También ignora de hecho la existencia de las poderosas redes de tráfico de mujeres, y el poder de las mafias que mercantilizan despiadada y violentamente el cuerpo de las mujeres. Todos estos hechos manifiestos contribuyen a reducir a las propias mujeres a meras mercancías susceptibles de ser manejadas y distribuidas como cualquier otra, así como sometidas al proceso de oferta y demanda como para cualquier otro artículo o producto. Pero existen más argumentos a favor de considerar la prostitución como un "trabajo de servicios sexuales". 

 

Un segundo argumento que invocan es afirmar que una experiencia relacional humana como es la sexualidad es posible considerarla como “trabajo sexual”. Aparecen así dos justificaciones: bien que la prostitución cumple un cierto número de funciones socialmente útiles –educación sexual, terapia sexual, o prestación de relaciones sexuales a personas que sin la prostitución se verían privadas de ellas, por ejemplo los trabajadores inmigrantes aislados de su familia y los hombres mayores o con minusvalías; bien que la prostitución es un trabajo como cualquier otro, por ejemplo el de mecanógrafa o sirvienta, pues hay muy pocos trabajos dignos, en general, en la sociedad y, sobre todo, hay muy pocos trabajos alternativos a la prostitución que sean rentables a la prostituta. Además, es más gratificante ser prostituta que estar limpiando váteres, afirman. Esta óptica sostiene además que, allí donde las opciones económicas ofrecidas a las mujeres son inadecuadas, pobres, o francamente malas, la prostitución puede ser la mejor alternativa, y que en todo caso, es un trabajo que no perjudica a nadie, porque las dos partes más directamente concernidas se ponen de acuerdo sobre lo que pasará en el intercambio prostitucional. Afirman también que las mujeres en la prostitución pueden conservar intacta su capacidad de acción autónoma y acusan a las feministas abolicionistas de ser paternalistas y no respetar las opiniones de las propias prostitutas. Pero este enfoque no repara en que no se vende la actividad o el producto, como en cualquier otro trabajo, sino el propio cuerpo sin intermediarios. Y el cuerpo no se puede separar de la personalidad. De hecho, lo que las mujeres prostituidas tienen que soportar en su "trabajo" equivale a lo que en otros contextos correspondería a la definición aceptada de acoso, abuso sexual o violación reiterada. Esta forma de pensar, como estamos viendo, no rinde cuenta en ningún caso sobre la violencia que constituye la transgresión de la intimidad humana. Y ello ocurre porque el trasfondo donde se da es el de una cultura y un sistema de subordinación de las mujeres al hombre, justamente lo que el patriarcado defiende. Continuaremos en siguientes entregas.

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23 noviembre 2020 1 23 /11 /noviembre /2020 00:00
Viñeta: Olivier Ploux

Viñeta: Olivier Ploux

Uno de esos espectáculos son las corridas de toros. Que sea una tradición no justifica su existencia, porque tradición es también, en determinados países africanos, mutilar genitalmente a las niñas y jóvenes, sin que por el hecho de ser tradicional lo consideremos admisible. Disfrutar con la tortura y muerte sangrienta de un ser vivo, en un contexto de tamaña pobreza cultural, no debería, en ningún modo, estar permitido, pese a que algunos políticos (que así muestran la atrofia de su corazón y sus ideas) se hayan atrevido, incluso, a proponerlo como Bien de Interés Cultural. ¡Qué triste la cultura levantada sobre el dolor y la sangre! ¡Y qué lástima de un pueblo que se dota de semejantes políticos!

Federico Velázquez de Castro González (Presidente de la Asociación Española de Educación Ambiental)

Llevamos reclamando, desde muchas entregas atrás, la necesidad de enfocar bajo el prisma de una ética biocéntrica los problemas del ser humano, erradicando los viejos y dañinos enfoques antropocéntricos, causantes del abismo civilizatorio al que nos enfrentamos. Pues bien, este nuevo enfoque ético también es el mismo que nos sirve para entender una nueva relación con los animales no humanos, ya que no solo nosotros poseemos valor y dignidad, sino también el resto de animales, y la propia Naturaleza (bajo este mismo enfoque, también hemos reclamado la concesión de derechos a la Pachamama). Por esa razón, como argumenta Federico Velázquez de Castro en este artículo para el medio Contrainformacion que tomamos como referencia, el respeto tradicionalmente exigido para cada ser humano, debe extenderse también a todo el mundo natural y al resto de seres vivos que habitamos el planeta, siendo empáticos con todas las formas de vida y tomando conciencia de su capacidad de gozo y de sufrimiento. Afortunadamente, los códigos penales han ido reconociendo esta problemática, e introduciendo castigos y sanciones para los responsables del maltrato animal, pero aún estamos lejos de sistemas penales justos hacia ellos. Como Ghandi dejó dicho: "La cultura y la nobleza de los pueblos se manifiesta en la forma en que éstos tratan a sus animales". Explica Velázquez de Castro: "¿En qué medida maltratamos a los animales? Desgraciadamente hay todo un catálogo y la primera forma es el sufrimiento inútil de los espectáculos crueles. En culturas rurales y en épocas pasadas, el animal era un compañero de fatigas para el campesino, que a veces se excedía en cuanto a sus posibilidades, quedando ya en su corazón --o utilidad-- el dispensarle un trato adecuado. Más tarde, en muchas fiestas populares (por cierto, gran parte de ellas bajo la advocación de algún santo patrón o directamente bendecido por alguna autoridad eclesiástica, lo que en su momento hizo exclamar a Voltaire: "es increíble y vergonzoso que ni predicadores ni moralistas eleven su voz contra los abusos a los animales"), se han realizado prácticas crueles persiguiendo, torturando, y finalmente, matando de forma violenta a un animal inocente, con sistema nervioso central y capacidad para sentir".

 

Y concluye: "Afortunadamente, la opinión pública, apoyada por la valiente posición de muchos grupos de defensa de los animales, ha ido modificando algunos criterios y estos acontecimientos bárbaros, como degollar gansos o arrojar animales desde una altura, se han ido viendo acorralados. Con todo, todavía quedan reductos infames, donde ningún hombre o mujer de buena voluntad, y no digamos con principios o creencias, debería poner los pies hasta que no terminaran tan aborrecibles prácticas". Nosotros hicimos un  breve recopilatorio de estos bárbaros festejos en este artículo, que recomiendo a los lectores y lectoras para una mayor información. Quizá el espectáculo por antonomasia que encuadra en este grupo sean las corridas de toros, que ya hemos destacado en la cita de entradilla, y sobre las que volveremos más adelante. Pero otra forma de muerte indiscriminada, y por ello de sufrimiento y maltrato, es la caza. También abordaremos el asunto de la caza en posteriores artículos, pero baste ahora una simple semblanza. De entrada, nos preguntamos con Velázquez de Castro: ¿Qué placer puede producir al ser humano terminar con la vida de un animal que solo quiere, como nosotros, vivir en libertad, y que como nosotros, huye del sufrimiento? Pues sin embargo, nuestro país, como también otros, nos ofrece una muy extensa y variada "cultura y tradición" sobre la caza, donde por lo visto los cazadores disfrutan matando por doquier a múltiples especies de mamíferos, aves o roedores. Para desterrar todo esto, como ya hemos afirmado en múltiples ocasiones, será necesario un arduo y profundo trabajo educativo con las nuevas generaciones, que conduzca a que los futuros adultos encuentren más placer en dejar vivir que en matar. Pero desgraciadamente, el ejemplo que venimos ofreciendo es de nuevo bárbaro, máxime cuando destacadas personalidades del mundo de las letras, de la cultura, de la ciencia o de la política han sido o son aficionados a la caza. Y en cuanto a las posibles justificaciones, basta ya de aducir que son especies cinegéticas (algunas de las cuales necesitan una regulación en su dinámica poblacional) y que, por tanto, deben someterse a este juego macabro y sanguinario, porque es un argumento superado y cansino. Simplemente es falso. Y no digamos de la existencia de los cotos privados, que se apropian de importantes áreas que debieran ser patrimonio público de disfrute común, en vez de parcelas dedicadas a tan aberrante actividad. 

 

Otro tipo de maltrato, ya también señalado, es la cautividad. Disfrutar teniendo y visitando a especies de animales en determinados recintos (zoológicos, y todas sus variantes) es privarlos de la libertad que necesariamente buscan, y provocarles un gran sufrimiento. En palabras de Sigmund Freud, dicha práctica es síntoma de "un modo tanático y anal de relación con el mundo, que solo se satisface con la posesión". Y así, tener animales enclaustrados, enjaulados, coleccionados, disecados o extraídos de su entorno natural, prácticamente secuestrados, simplemente por placer de que los humanos puedan "visitarlos", supone ignorar el valor de la libertad. Pero de nuevo, un profundo pensamiento antropocéntrico subyace aquí, que solo valora la libertad del humano, pero no de los animales. Ellos necesitan la libertad al igual que nosotros, quizá incluso más, pues su ligazón con el entorno ambiental, con la naturaleza, es muy superior al nuestro. Y por su parte, el empleo que hacemos de los animales para nuestro beneficio es intolerable en todas sus dimensiones, y también debe ser revisado. Hemos construido un mundo que se basa en gran medida en la explotación de animales para nuestra diversión, nuestros lujos, nuestros deportes o nuestro vestuario. Las pieles, en climas templados como el nuestro, son absolutamente inútiles y si bien es cierto que los animales de procedencia están en granjas (como los visones, por ejemplo), se trata de seres vivos a los que se va a sacrificar para satisfacer la vanidad o el capricho de personas sin escrúpulos. Por su parte, la alimentación basada, en buena medida, en productos obtenidos de los animales, está siendo cuestionada por motivos sanitarios, económicos, éticos, y sobre todo, ambientales. De entrada, está demostrado que el exceso de carnes representa para nuestra dieta una fuente de grasas saturadas muy perjudiciales para la salud, causa de enfermedades cardiovasculares y de algunos tipos de cánceres, por no hablar de los problemas reumáticos que genera el exceso de proteínas o los productos químicos que se utilizan para tratar el ganado, que también pueden acabar en nuestra mesa. 

 

Pero no solo los mamíferos: muchos bancos de pesca están sobreexplotados y se consumen inmaduros de muchas especies, comprometiendo la sostenibilidad y la supervivencia de las mismas. Se talan bosques primarios para convertirlos en pastos, cuya deforestación de entrada genera la destrucción de enormes sumideros de GEI. Los cereales o la soja que debieran estar destinados a la alimentación humana, se destinan al ganado, en otra política completamente absurda. En el mundo, unos 15.000 millones de reses suponen una dedicación de terreno insoportable para su mantenimiento, así como una fuente principal de emisiones de metano (CH4), un gas invernadero 23 veces más potente que el CO2 (de hecho, la cría de animales es responsable de una quinta parte de las emisiones de GEI). Producir 1 Kg. de carne para el consumo humano implica en su elaboración el consumo de 9 Kg. de petróleo y de 15.000 litros de agua. ¿No nos parece absurdo? Y al final, la energía que aporta una hamburguesa supone el 10% de la energía que se empleó en producirla. En todo el mundo, las tierras destinadas a la cría de animales para el consumo humano representan el 30% de las tierras cultivables. Está absolutamente demostrado que el ser humano podría seguir una dieta vegana sin ningún riesgo para su salud, ni pérdida de ningún elemento esencial en su dieta, tan solo apoyado por un consumo adicional de vitamina B12. Pero en los entresijos de la sociedad capitalista globalizada, son muchos los intereses cruzados para que no lleguemos a ese hábito alimentario, que al fin y al cabo es un hábito cultural (a propósito, la industria de la carne acaba de perder un pleito en el cual reclamaba que solo se pudiera llamar "Hamburguesa" a la elaborada con carne). En definitiva, una dieta vegana, en sus diferentes modalidades, se ha confirmado científicamente como plenamente viable para satisfacer nuestras necesidades sin renunciar a ningún principio nutritivo, y de su aplicación se podrían derivar consecuencias muy favorables para la salud de las personas, el cuidado y la sostenibilidad ambiental, y sobre todo, el bienestar animal. Pero no acaban aquí las penurias a las que sometemos a los sufridos animales, siempre a nuestro servicio, porque además de reducir (y eliminar totalmente, si se puede) la presencia de productos animales en la dieta, debiéramos preocuparnos y velar porque se les diera un buen trato en todo el proceso de nacimiento-cría-transporte-sacrificio en los mataderos.

 

Y ello porque a nadie se le escapa que las condiciones intensivas que sufren muchos animales (pollos, cerdos, vacas...) y sus crías constituye una práctica cruel y reduce al animal a una fábrica viviente para obtener un determinado producto. Sometidos a terribles sufrimientos desde que nacen, hacinados, sin poder moverse, sin poder respirar aire puro, sin ver la luz del sol, sin poder estirar las patas ni tumbarse (salvo los animales criados en el campo), y después, sometidos a procesos en cadena para determinar su muerte absolutamente crueles y aberrantes, donde el ser humano destila su desprecio a la vida y al sufrimiento de los animales. El transporte de los mismos no suele ser mejor y la muerte, en particular en los mataderos más primarios, es toda una oda a la barbarie. Otras perversas prácticas a las que sometemos a los animales, como la vivisección (que significa literalmente "cortar animales vivos") y la experimentación científica para diversas industrias (medicina, biología molecular, cosmética...) debieran estar rigurosamente controladas, y reducir al máximo, si no erradicar, el uso de animales en las mismas. Por ejemplo, utilizar animales para el desarrollo de productos cosméticos implica someterlos a terribles agresiones en los ojos o en la piel, lo cual es otra forma de brutalidad. En la ciencia médica y todas sus especialidades y disciplinas (ensayos clínicos, anatomía patológica, epidemiología...) podrían realizarse in vitro gran parte de los experimentos, apoyados por modelos a través de ordenador. Y por otra parte, no siempre las conclusiones de las pruebas con animales resultan extrapolables a los seres humanos. En resumidas cuentas, queda aún mucho camino por recorrer en nuestras sociedades para migrar a normas de respeto y dignidad para todos los seres vivos, bajo criterios biocéntricos, que concedan valor a todas las formas de vida y a la propia Naturaleza como ecosistema planetario. La educación, la ética y el activismo tienen que ir desplazando estos parámetros, costumbres, comportamientos y creencias, hasta su supresión definitiva. No vemos aún en el horizonte la consecución de una sociedad plenamente respetuosa con todos los animales. Pero si pretendemos caminar hacia el Buen Vivir, hacia ese nuevo paradigma convivencial, es absolutamente imprescindible cambiar nuestros valores, nuestra ética y nuestro comportamiento para con los animales, pues precisamente el crecimiento de las barreras entre ellos y nosotros, y el crecimiento de las barreras entre los humanos y los no humanos, son las principales causas de la peligrosa deriva civilizatoria a la que nos vemos abocados. Continuaremos en siguientes entregas.

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20 noviembre 2020 5 20 /11 /noviembre /2020 00:00
Contra la demonización de EH Bildu

Si esto tuviese que ver con la dignidad, PP y Vox llevarían en sus estatutos la condena a los crímenes del franquismo y los barones del PSOE se cuidarían mucho de aparecer junto al presidente bajo cuyo mandato se ejerció terrorismo de Estado

Gerardo Tecé

Hace casi diez años que ETA no existe. Sin embargo, para una buena parte de nuestros políticos, ETA sigue estando en el tablero, mejor dicho, sus herederos. Otra vez Bildu. Otra vez la izquierda abertzale (ahora Bildu, antes Sortu, antes Batasuna…). Les da igual el nombre, porque para la derecha política, social y mediática de este país, así como para el sector más conservador del PSOE, la izquierda abertzale siempre es y será “heredera” de ETA. Les da igual que la banda terrorista no atente desde hace 10 años, les da igual que los abertzales hayan entrado al terreno democrático, les da igual que precisamente el partido al que demonizan fuese pieza principal justamente para que ETA dejara de matar…Todo les da igual, porque la consigna es seguir demonizando a la izquierda abertzale. Si dentro de 20 años surge otro partido en su ámbito, con otro nombre, ellos seguirán argumentando cansinamente que “tienen que pedir perdón”, que tienen que condenar los atentados (aun cuando lo hayan hecho cientos de veces), y les seguirán excluyendo del juego democrático…Así es nuestra derecha, y el sector más conservador del PSOE. No ha habido entrevista, en cualquier medio informativo, a Arnaldo Otegi (un dirigente político al que vulneraron sus derechos, como reconoció el Tribunal Europeo de Derechos Humanos), donde no se le invite casi exclusivamente para preguntarle: “¿Usted condena los atentados de ETA?”, a lo que el dirigente abertzale ha contestado (harto de tener que entrar al trapo) que ellos han hecho algo mucho mejor, como es intervenir para que precisamente la banda terrorista dejara de matar. Pero todo es inútil. Si mañana vuelve a ser entrevistado, le volverán a hacer la misma pregunta. Jamás he escuchado a los periodistas preguntarle a Otegi por su programa electoral, por sus medidas para tal o cual aspecto, por su opinión sobre tal o cual problema, sólo les ha interesado invitarle para que condene públicamente los atentados de ETA.

 

Pero vayamos a los hechos recientes: en entrevista a un medio de comunicación, Arnaldo Otegi anuncia hace pocos días que su formación política está dispuesta, cuando llegue el momento, a proporcionar apoyo a los Presupuestos Generales del Estado presentados por el Gobierno de coalición, y este simple hecho, de plena normalidad democrática, levanta las más oscuras pasiones: una parte de los llamados “barones” regionales del PSOE, junto a algunos líderes históricos del partido, manifiestan su rechazo a dicho “acuerdo” (sin existir dicho acuerdo, que esa es otra); Emiliano García-Page afirma que “lo de Bildu no tiene un pase”, y en la misma línea se manifiestan Javier Lambán y Susana Díaz (“lo único que espero de este partido es que pida perdón a los españoles”), Alfonso Guerra (“ese acuerdo es despreciable”), Juan Carlos Rodríguez Ibarra, y demás dinosaurios que se dicen “socialistas” en un claro insulto a la inteligencia (de los que la poseen, claro está). Podríamos incluso entender las críticas de la derecha, pero no entendemos en absoluto las críticas de cierto sector del PSOE (un partido distópico que dice ser republicano pero adora la monarquía, y que dice ser socialista pero adora el capitalismo), concretamente las opiniones de estos dinosaurios del partido, que debieran haberse marchado ya al PP hace tiempo, donde cuadran mejor sus ideas, valores y mensajes. Lo cierto es que estos viejos dirigentes conservadores están haciendo mucho daño al partido, y están poniendo en serios aprietos a la dirección actual, que se limita a esquivar cada golpe (Adriana Lastra ha tenido que poner un poco de orden, diciendo que “siempre escucha con atención a los mayores, pero que ahora es una nueva generación la que dirige el país y el partido”. No se puede decir más claro. A ver si se dan por aludidos).

 

Por su parte, la derecha y la ultraderecha siguen implacables en la tarea de acoso y derribo, destacando lo que para ellos sigue siendo el trasfondo filoetarra de Bildu: “Todo el mundo sabe que Bildu es el brazo político de ETA” (Iván Espinosa de los Monteros dixit). ¿Qué ocurriría si por ejemplo alguien en Irlanda dijera que alguna formación “es el brazo político del IRA”? Seguramente las risas en el Parlamento serían sonoras. Y para Pablo Casado, “el PSOE ha cruzado una línea negra”, y habla de “acuerdo infame e inmoral”, ignorando cuando José María Aznar negoció y pactó con los partidos de la izquierda abertzale de su época, e igualmente acercó presos etarras a las cárceles del País Vasco. La hipocresía es tan gigantesca que es inconcebible que no se les caiga la cara de vergüenza. Habría que responderle a Pablo Casado que lo que todo el mundo sabe es que acercar presos a cárceles de su territorio es, simplemente, cumplir y respetar la ley. E igualmente habría que hacérselo saber a algunos miembros reaccionarios de la Asociación de Víctimas del Terrorismo (AVT), los cuales, con su política de la venganza, también ignoran la ley e instan a que se vulneren los derechos humanos, al criticar los traslados de presos etarras a cárceles cercanas a su residencia.

 

La ideología de Bildu, más de izquierdas que muchos de los que se dicen de izquierdas (su programa electoral para las elecciones vascas de 2020 puede descargarse desde este enlace), es todo un ejemplo de coherencia y un referente para la izquierda internacionalista del siglo XXI. Dejemos, pues, las cosas claras: ETA ya no existe, ni mata, ni secuestra, ni extorsiona, ni se está reestructurando, ni posee influencia en ninguna formación política, pero los partidos de la derecha necesitan a ETA para eternizar el conflicto armado vasco, para seguir trayendo a colación los muertos y los heridos, cuando son los mismos que nunca han condenado los muertos y los heridos (y exiliados, y perseguidos, y mutilados, y trabajadores forzosos,  y expoliados, y muertos por hambre, etc.) del franquismo. Argumentan que ETA ha asesinado a más de 800 personas, pero nunca dicen que el franquismo eliminó a cientos de miles. Por tanto, denunciemos esta perversa hipocresía y rompamos una lanza para terminar de una vez por todas con todo este absurdo proceso de demonización de EH Bildu, reconozcámosla como un actor muy interesante de la izquierda, y dejemos atrás injustas y trasnochadas valoraciones relacionadas con la existencia en el pasado de una organización terrorista. Bildu es el presente de la izquierda nacionalista vasca, y como tal debe ser valorada. Bildu exige a su militancia no solo el rechazo a todo tipo de violencia, sino además un compromiso ético por escrito, reflejando la oposición de todo dirigente/militante a cualquier vulneración de los derechos humanos. Bildu es un partido democrático. Bildu ha sido votado por una porción muy significativa del pueblo vasco, lo que ocurre es que a muchos no les gustaría que esas personas (y sus ideas) existieran. Pero la democracia es lo que tiene.

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18 noviembre 2020 3 18 /11 /noviembre /2020 00:00

Las putas no nacen de un repollo, nacen de la pobreza. ¿Qué Gobierno admitiría que yo siendo pobre dijera: ya vengo, voy a vender mi hígado, lo hago bajo mi consentimiento y necesito alimentar a mis hijos? ¿Por qué si no podemos vender las córneas, ni el hígado, ni los pulmones sí podemos vender nuestras vaginas? ¿Por qué son exclusivas de las mujeres?

Alika Kinan (activista contra la explotación sexual)

Abolir o erradicar la prostitución no será por tanto tarea fácil, pues no consiste solamente en preparar una legislación concreta, sino en transformar las causas económicas, sociales y políticas que la posibilitan. Pero no cabe otra postura, si de verdad queremos posicionarnos contra cualquier forma de explotación y esclavitud de seres humanos, ya en pleno siglo XXI. Reglamentar la prostitución sería tanto como legitimar la extrema violencia contra las mujeres que dicha actividad consagra. Hoy día, como hemos venido exponiendo en las anteriores entregas, la prostitución se vincula al poder de las grandes mafias del capitalismo, y a la diferencia de clase social, ya que el perfil de la mujer prostituida de nuestro siglo es el de una mujer pobre, inmigrante y en situación irregular. Hay que mostrar el verdadero significado de la prostitución, que no es otro que perpetuar y legitimar la compra-venta del cuerpo de las mujeres como una mercancía más. El referente que podemos tener de algunos países europeos que han legalizado la prostitución nos demuestra claramente que ese no es el camino. La regulación de la prostitución como cualquier otra actividad profesional, en los países donde se ha implantado (Holanda, Alemania...) ha resultado un estrepitoso fracaso. Desde la regulación, la prostitución ilegal y el tráfico de mujeres y niñas se ha multiplicado por tres. Y las esperadas mejoras "laborales" y sanitarias de las mujeres prostituidas no se han materializado. Además, tampoco han desaparecido los circuitos clandestinos. Sin embargo, Suecia ha disminuido drásticamente la cifra de mujeres dedicadas a la prostitución. Este país abordó el asunto en 1999, tras años de debate, estudios e investigaciones, aprobando una ley que, como parte de la legislación integral sobre la violencia contra las mujeres, penaliza la compra de "servicios sexuales" y despenaliza la venta de dichos servicios, es decir, que carga las tintas no contra las mujeres prostituidas, sino contra los hombres consumidores de sexo. 

 

Bien, llegado este momento, quizá sería oportuno examinar el papel de los hombres en el asunto de la prostitución. Nos vamos a basar para ello en este documento, donde Enrique Javier Díez Gutiérrez, Profesor de la Universidad de León, y todo un referente en los asuntos educativos de la izquierda, expone lo relativo al mismo con la integridad y sabiduría que le caracterizan. Bien, lo primero que nos propone Díez Gutiérrez es que para entender el papel del hombre, que es el prostituidor (independientemente de que exista o no un proxeneta), hay que eliminar de la ecuación el carácter sexual, y atender solo al carácter económico. Lo explico con sus palabras: "Hablar de sexualidad en el ejercicio de la prostitución es una aberración no solo conceptual, sino una visión que obedece a una concepción profundamente patriarcal, desde un enfoque que obedece a los intereses unilaterales de una de las partes, los hombres que practican la prostitución sobre las mujeres o sobre otros hombres. Las personas sobre quienes se ejerce la prostitución, que la "sufren", no buscan realmente una relación sexual, sino el dinero que consiguen. Si fuera una relación sexual se daría en libertad e igualdad y no habría compra y pago de dinero por la misma. Por lo que introducir la sexualidad en este debate supone asumir una cosmovisión patriarcal y machista que responde a los intereses de algunos hombres y de algunos grupos que necesitan justificar estas prácticas prostitucionales desde posturas que solo ellos consideran de "progresismo sexual". Por otra parte y según los datos, el hecho de que pueda existir una pequeñísima minoría de mujeres con dinero suficiente como para recurrir a la prostitución masculina (solo un 3% del total), es un aspecto que no debe centrar el debate ni distraernos de los enfoques necesarios. Existe, esta sí, una cifra fundamental e ilustrativa de la dimensión que nos ocupa: un 70% de hombres declaran haber demandado en algún momento de su vida la prostitución de otra persona. Según el Convenio de las Naciones Unidas para la represión de la trata de personas y de la explotación de la prostitución ajena, de 1949, ratificado por 72 Estados del planeta: "la prostitución y el mal que la acompaña, la trata de personas...son incompatibles con la dignidad y el valor de la persona humana...". 

 

Como hemos expuesto desde el inicio de la serie, el debate se ha venido planteando tradicionalmente en torno al dilema sobre si la prostitución es una forma de explotación que debe ser abolida o una profesión como otra cualquiera que hay que reglamentar. En este sentido, por tanto, la posible regulación de la prostitución se asentaría en un doble supuesto: la prostitución es un trabajo como cualquier otro, y este trabajo puede ser libremente elegido o abandonado cuando se desee. ¿Obedece esto a la realidad? La abolición se asienta, por su parte, en el supuesto de que la prostitución es la forma de esclavitud más antigua del mundo y una forma extrema de violencia de género contra las mujeres, y por tanto, absolutamente intolerable. Las posturas ante este debate se han podido sintetizar en tres fundamentales: la postura regulacionista (que integraría el discurso "progresista" y "liberal", el mismo que suele defender por ejemplo los vientres de alquiler o "gestación subrogada"), la postura prohibicionista (diseñar un contexto legal que no admita legalmente el ejercicio de la prostitución, aunque la sociedad pueda continuar tolerándola), y la postura abolicionista (diseñar no solo un marco legal, sino unas condiciones políticas, sociales, económicas y culturales que hagan inviable la existencia de la prostitución). Veamos estas posturas con más calma:

 

1.- Por una parte está el discurso regulacionista que tiende a situarse en una postura autodenominada "progresista", y que utilizando el argumento de la "defensa de la libertad sexual", plantea la existencia de una prostitución no forzada, elegida libremente. Es básicamente el sector que apuesta por entender los servicios sexuales como una prestación libre entre dos partes, y que aboga por considerar el marco sindical de las "trabajadoras del sexo", como si fuera un sector laboral como cualquier otro, con sus propios derechos y problemática asociada.

 

2.- Estrechamente relacionado con este discurso regulacionista está el discurso de adscripción "liberal" (en realidad neoliberal), que desde una perspectiva económica insiste en la equiparación de la prostitución como una actividad económica más, sujeta a las leyes del mercado, a la oferta y la demanda, y en la consideración de quienes ejercen la prostitución como "trabajadoras sexuales". Suelen ser los mismos que defienden, por ejemplo, los vientres de alquiler ("gestación subrogada") con similares argumentos. 

 

3.- Por otra parte, está como hemos indicado la postura prohibicionista, que se cimenta en una actitud conservadora y ligada a una moral religiosa, concretamente católica. A pesar de que se presenta con un cierto tufillo proteccionista, lo cierto es que predomina en los/as seguidores/as de esta postura una doble moral basada en el "consentimiento implícito" de la prostitución, mientras no sea visible o evidente. Es la moral que aboga simplemente por "invisibilizar" el fenómeno, pero no por regularlo ni abolirlo. A los defensores de esta postura, por ejemplo, les suele molestar que existan prostitutas o burdeles cerca de sus barrios o viviendas, pero no la erradicación del fenómeno en sí mismo, con el que ofrecen más manga ancha, o si se quiere, son más "tolerantes". 

 

4.- Finalmente, tenemos la postura feminista y abolicionista, que es la que verdaderamente apuesta por la erradicación del fenómeno de la prostitución en toda su amplitud, formas y dimensiones. Esta postura entiende la prostitución como un soporte del control patriarcal y de la sujeción sexual de las mujeres, con un efecto negativo no solamente sobre las mujeres y las niñas en situación de prostitución, sino sobre el conjunto de las mujeres, ya que la prostitución confirma y consolida las definiciones patriarcales de las mujeres, cuya primera función sería la de estar al servicio sexual de los hombres. Ésta es la postura a la cual nosotros nos adscribimos. 

 

Está bien claro que somos los hombres, como clase, los que mantenemos, forzamos y perpetuamos el fenómeno de la prostitución, entendido como el sometimiento de las mujeres, niñas y niños a esta violencia de género, demandando este "comercio" y socializando a las nuevas generaciones en su "uso". Para Díez Gutiérrez, partimos de un supuesto básico como clase, sea explícita o solapadamente consentido: se considera que todo hombre, en todas las circunstancias, debe poder tener relaciones sexuales. Tomo de nuevo sus palabras: "La prostitución se justifica como una realidad social "inevitable" que la mayoría de los hombres acepta como algo natural e inamovible (...) Los hombres de derechas prefieren que permanezca en la sombra para mantener el juego de la doble moral que sustenta su visión del mundo. Los hombres de izquierda desean que se legalice, alegando la defensa de los derechos de las trabajadoras y "para liberar al resto de los seres humanos del yugo de la moral retrógrada". Ambos planteamientos son conservadores y evitan analizar el fenómeno de forma global, porque esto implicaría sacar a la luz ciertos mecanismos de poder patriarcales inaceptables". De esta forma se han venido manteniendo las actitudes de los hombres hasta la actualidad. Ambos enfoques son bastante hipócritas, pues continúan centrando los análisis y poniendo el foco en torno a las mujeres que ejercen la prostitución, ocultando permanentemente el rostro y la responsabilidad de los hombres que la solicitan. En este sentido, Díez Gutiérrez apostilla: "El cliente o prostituidor, el más guardado y protegido, el más invisibilizado de esta historia, es el protagonista principal y el mayor prostituyente. La explotación de mujeres, de niños y niñas se hace solo posible gracias al prostituidor, aunque su participación en este asunto aparezca como secundaria. Los trabajos habituales que se dedican al tema los ignoran y a los prostituidores mismos les cuesta aceptar su condición, representarse como tales". En efecto, es tal la profundidad con la que el patriarcado ha calado en la mente de los hombres (y de las mujeres) que las tintas siempre se han cargado hacia ellas, nunca hacia ellos, simplemente porque "era natural" que el hombre demandara prostitución. Salvando las distancias, ocurre un poco como en el caso de la corrupción, los políticos y las empresas: para que haya corruptos (normalmente los políticos) tiene que haber corruptores (normalmente los empresarios), pero sin embargo la responsabilidad de estos últimos casi nunca aparece en el discurso, ni se toman acciones contra ellos. Continuaremos en siguientes entregas.

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16 noviembre 2020 1 16 /11 /noviembre /2020 00:00
Ilustración: Javier Ferrero

Ilustración: Javier Ferrero

El torturar a cerdas preñadas y arrancarles las crías del útero es algo indefendible, al igual que el trato a la mayoría de los millones de cerdos que se consumen como embutidos y tocino cada año. Son criados en granjas industriales sucias y abarrotadas, enjaulados y privados de todo lo que es natural e importante para ellos. A los cerdos bebé les cortan los dientes y los rabos cuando apenas tienen unos pocos días de vida (no les suministran nada para aliviar el dolor) y raramente, o nunca, respiran aire fresco o sienten el sol en sus espaldas hasta el día en que son enviados al matadero. Sufren durante toda su vida solo para darle al hombre un momento fugaz de sabor (…) Es momento de que nos desvinculemos de este ciclo cruel de maltrato animal adoptando un estilo de vida vegano

Harriet Barclay

En los artículos anteriores hemos abordado la problemática del mundo animal en las facetas de explotación por parte del ser humano, en todas sus vertientes, y en la utilización de animales domésticos o de compañía. Pero es también importante resaltar las situaciones que viven los animales en el mundo salvaje. Continuaremos tomando como referencia el sitio web Etica Animal para esta revisión. La visión que solemos tener los humanos sobre este asunto es una visión idílica: la mayoría de nosotros nos imaginamos a un mamífero de gran tamaño, sano, adulto y exótico, como un león, una pantera, una jirafa o un elefante, o quizá a cualquier otro gran vertebrado, como un ave. Pensamos en animales felices, que campan a sus anchas en su entorno natural, que disfrutan sin que ningún ser humano les cause ningún daño, y que tienen sus necesidades satisfechas. Sin embargo, la vida no es fácil para los animales que viven en la naturaleza. Desde el mismo momento en que comienzan a existir, deben enfrentarse a serias amenazas, que les hacen padecer de manera muy considerable. Los motivos de esto son muy diversos: en ocasiones, los animales sufren daños que son el resultado directo de la acción humana. Por ejemplo, las colonizaciones de nuevos territorios, las actividades de caza y pesca, los diversos negocios asociados a los productos obtenidos de los animales salvajes, o los viajes de placer que los seres humanos organizan a territorios donde viven estos animales, son típicas causas que podríamos encuadrar aquí. En otros casos, el sufrimiento y la muerte ocurre por circunstancias naturales o por una combinación de éstas con la acción humana. Entre las circunstancias que pueden ser parcial o completamente naturales se encuentran las condiciones climáticas extremas, las catástrofes naturales, los incendios, las inundaciones, el hambre y la desnutrición, la sed, una gran variedad de enfermedades, los accidentes y heridas, los conflictos con otros animales, el parasitismo o el estrés psicológico. Estas circunstancias se dan de manera habitual, y causan a los animales daños nada desdeñables, y que no son menores que los que sufrirían animales domesticados o seres humanos de estar en su lugar. De hecho, tales daños provocan que muchos animales que viven en la naturaleza tengan vidas que contienen mucho más sufrimiento que placer. La visión idílica que mostrábamos al principio, por tanto, no es tal. 

 

Por ejemplo, podemos pensar en un polluelo que se haya caído del nido y que se encuentre agonizando, muriendo de inanición durante días en el suelo, sufriendo a causa del frío, la angustia y el dolor de las heridas causadas por la caída. O bien en una cría de pez que muera por inanición tras ser totalmente incapaz de conseguir comida. Estos casos son muy comunes entre los animales jóvenes de muchas especies. Otros pueden ser capaces de sobrevivir durante más tiempo y llegar a adultos, pero experimentan dolor crónico, o mueren tras un gran sufrimiento. Un ejemplo de esto podría ser un ciervo infectado por gusanos de la nariz. Estas larvas crecen en las cavidades nasales del ciervo, hasta que son tan numerosas y grandes que el ciervo no es capaz de respirar, y se asfixia lentamente hasta morir. Ejemplos como éstos nos sugieren que no siempre es correcta la idea de que lo mejor que podemos hacer por los animales en el mundo salvaje es abandonarlos a su suerte. Es cierto que en muchos casos no podremos hacer nada por ayudarles. E incluso en otros casos, darles ayuda puede suponer un daño mayor para otros animales. Pero también existen otras muchas situaciones en las que es posible actuar de formas que resulten beneficiosas para los animales en su conjunto. Por tanto, como una extensión de la preocupación hacia los animales que sufren por culpa de los seres humanos, también debería preocuparnos la situación de los animales que viven en el mundo salvaje, y a los cuales podríamos ayudar. Algunas personas podrían argumentar que no deberíamos ayudar a los animales salvajes que viven en la naturaleza porque hacerlo "no sería natural". Sin embargo, deberíamos tener en cuenta que cuando los seres humanos sufren de formas parecidas a las que afectan a los animales salvajes, por lo general apoyamos que se les preste ayuda. La cuestión entonces es: ¿por qué deberíamos tener una diferente actitud en el caso de los animales? Si podemos salvar a un humano para que no pierda una pierna...¿por qué no a un lobo? Si podemos desparasitar a un niño...¿por qué no a un águila? ¿Salvamos de una riada a una persona humana pero no a un ciervo? Esta parece ser, de nuevo, una forma de discriminación hacia los animales que viven en la naturaleza. Como ya dejamos establecido, los animales no están interesados en sufrir, por lo que deberíamos darles ayuda tanto si los responsables de sus daños son seres humanos como si no. 

 

De hecho, deberíamos tener en cuenta también que nosotros los humanos somos la especie que más alteramos el medio natural, nosotros intervenimos con frecuencia en la naturaleza, para promover nuestros propios intereses (en esta serie de artículos hemos abordado en profundidad las falacias del "desarrollo" y del "crecimiento económico", factores que toman la naturaleza como destino para su expolio, saqueo y destrucción, además de aniquilación del hábitat de multitud de especies animales). Construimos pueblos, urbanizaciones, casas, hospitales, escuelas, bibliotecas, edificios de todo tipo, infraestructuras variadas (oleoductos, gaseoductos, puentes, puertos, aeropuertos...), autovías, también plantamos la comida que necesitamos consumir, y un largo etcétera. Para poder llevar a cabo todo ello necesitamos transformar el medio natural (montañas, valles, ríos, etc.), para que éste se adapte a nuestros objetivos. Si apoyamos entonces transformar nuestro entorno para cubrir nuestras supuestas necesidades, también deberíamos estar de acuerdo y apostar por hacerlo para otros seres igualmente sintientes, como los animales salvajes, cuando necesiten ayuda, ya que muchas veces estamos interviniendo y transformando sus medios de vida. Afortunadamente, las ciencias se han ocupado de estudiar las especies y las poblaciones animales, su anatomía y su neurología, para poder ocuparnos también de ellos. La ciencia veterinaria ha evaluado el bienestar de los animales domesticados, pero también ha examinado el de los animales salvajes. Y en biología animal se ha investigado la dinámica poblacional de muchas especies, sus historias de vida, y las formas en que interactúan con otros animales y con su entorno. Todo ello nos proporciona una base científica sobre la que actuar y desarrollar programas para ayudar a los animales del mundo salvaje. En resumen, no existen motivos para tener hacia los animales salvajes que viven en la naturaleza actitudes diferentes a las que tendríamos si se tratara de animales domesticados o seres humanos, por lo que deberíamos intentar ayudar a los animales que viven en la naturaleza siempre que sea posible. Básicamente, el ser humano puede y debe ayudar a todos los animales que pueda en las situaciones que más arriba hemos descrito, y para ello solo necesitamos más conciencia animalista, es decir, considerar y conceder la importancia adecuada a sus vidas, y actuar en consecuencia. 

 

Habría formas de dar una mayor ayuda a los animales salvajes si tuviésemos un mayor conocimiento y más medios para poder hacerlo. Para que esto sea posible, lo más importante es que exista una gran conciencia generalizada en nuestra sociedad de que deberíamos ayudar a los animales en la naturaleza. El Buen Vivir, en su discurso y mensaje sobre la armonía en la coexistencia entre todos los seres vivos que formamos la Pachamama (Gaia como el gran ecosistema planetario), así nos lo advierte. De lo contrario, es posible que si nunca se considera que esto es algo que deberíamos promover, los animales no sean ayudados en muchos casos en los cuales sería factible hacerlo. Por lo tanto, el activismo (en el plano práctico) y la investigación (en el plano teórico) son de gran importancia para ayudar a que la sociedad se dirija en esta dirección. En la práctica, miles de casos se nos presentan para poder ayudar a los animales que viven en el medio natural: rescatar a animales que se encuentren atrapados, vacunar masivamente a diferentes poblaciones de animales para prevenir enfermedades, tratar a los animales enfermos o heridos, ayudar a los animales en situaciones de incendio o desastres naturales (huracanes, tifones, sequías, olas de calor...), ayudar a los animales a cubrir sus necesidades básicas, adoptar animales que hayan quedado huérfanos, etc. La Biología del Bienestar es un campo de investigación que se ha propuesto para estudiar la situación de los animales en general en lo que respecta a su sufrimiento y bienestar, pero centrándose especialmente en aquellos animales que se hallan en la naturaleza. El potencial de la Biología del Bienestar en lo que se refiere a la reducción del sufrimiento animal podría resultar muy significativo. Esto sería así no solamente porque facilitaría tomar medidas dedicadas a ayudar a los animales y a desarrollar políticas de gestión medioambiental, sino también porque le daría a esta causa la atención y reconocimiento que necesita. En Etica Animal se explica: "La biología del bienestar se puede definir como el estudio de los seres vivos y su entorno con respecto a su bienestar, y representa un enfoque diferente al estudio tradicional de las vidas de los animales en sus ecosistemas. Incorporando el conocimiento de la ciencia de la ecología, la ciencia del bienestar animal, la zoología, y otros campos académicos bien establecidos, esta nueva área de investigación tiene el potencial de mejorar nuestro entendimiento de la situación de los animales que viven fuera del control humano y, de este modo, incrementar nuestras posibilidades de desarrollar estrategias efectivas para darles la ayuda que necesiten". 

 

En concreto, la Biología del Bienestar está centrada en adquirir un mayor conocimiento acerca de los animales como individuos sintientes, y de lo que puede ser positivo o negativo para ellos, así como las formas en que los humanos podemos ayudarles a vivir felices y desarrollar sus capacidades. Como decíamos al comienzo del artículo, hemos de desterrar la visión idílica de los animales salvajes en la naturaleza, simplemente porque no es cierta. La falsa creencia de que los animales disfrutan de vidas placenteras en sus entornos naturales (y de que por tanto no necesitan nuestra ayuda) ha sido la principal causa por la que esta nueva disciplina del conocimiento no se ha desarrollado más hasta ahora, pero esperemos que esto cambie de cara al futuro. Y como hemos explicado hasta la saciedad en los artículos anteriores de la serie, todas estas disciplinas aliadas al Buen Vivir parten de un precepto fundamental, como es considerar a los animales (en general a todos los seres vivos) como seres con dignidad que merecen ser respetados y protegidos. Solo desde este punto de vista podremos avanzar en estas tareas. Y un siguiente paso es ir desterrando de nuestras prácticas sociales todas aquellas donde los animales son protagonistas. Los animales no han de convertirse en objeto de nuestra burla, de nuestra diversión, de nuestra tradición, de nuestro ocio, de nuestros espectáculos, de nuestra impotencia o aburrimiento. Como nos indica Federico Velázquez de Castro González, Presidente de la Asociación Española de Educación Ambiental, en este artículo para el medio Contrainformacion: "Queda mucho por hacer en nuestra sociedad, en la que aún persisten ciertas tradiciones bárbaras, y en donde la educación, la ética y la respuesta social tienen que ir desplazándolas hasta su supresión definitiva". Pues bien, entre todas estas actividades a erradicar, que iremos desarrollando en los próximos artículos, tenemos a las fiestas populares, las corridas de toros, la caza y la pesca deportivas, la cautividad de los animales en determinados recintos habilitados para tal fin, y por supuesto, la explotación que de los animales hacemos para nuestro interés y beneficio, asuntos que ya hemos comentado en estas últimas entregas. En este sentido, la Alimentación (vegana), la Educación (ambiental), la Ética (ecológica) y el Ambiente (la Naturaleza), forman un cuarteto indisoluble de imprescindible valor, que debemos cultivar bajo los parámetros del Buen Vivir, independientemente de la forma que éste muestre en cada territorio concreto. Continuaremos en siguientes entregas.

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