Llegará el día en que el resto de la creación animal adquiera aquellos derechos que les fueron negados por la tiranía. (...) La pregunta no es ¿si (los animales) pueden razonar? tampoco ¿si pueden hablar? sino ¿si pueden sufrir?
En la última entrega nos quedamos aportando algunos argumentos más, de los muchísimos que existen, en contra del especismo. Aún podemos aportar más: en la Wikipedia se explica: "Desde la teoría antiespecista se trata de evidenciar que los argumentos que se dan a favor del uso de animales no humanos tienen un trasfondo especista y que, por lo tanto, son arbitrarios. Algunos de estos argumentos resaltan aspectos como la racionalidad, la capacidad para usar un lenguaje u otras cualidades de tipo cognitivo que, en teoría, son características de los seres humanos y no de otros animales. Sobre estas diferencias se construye la discriminación que relega a los animales no humanos al plano de la mera propiedad, eximiéndoles de una verdadera consideración moral. El hecho que imposibilita que los intereses de los animales no humanos sean tomados en consideración es su estatus de propiedad. Al no ser considerados más que como objetos, bienes muebles, los intereses de éstos no pueden entrar en competición con los de su "dueño", ya que todo él está supeditado a la voluntad del propietario, el cual podrá darle el valor a su pertenencia que él estime". Desde una postura antiespecista, que evidentemente aboga por no considerar a los animales como cosas ni como propiedades de nadie, estamos en contra igualmente de las denominaciones de "mascotas" y otras similares que les asignan a los animales sus supuestos "dueños" (que no son tales, como estamos viendo). También estamos en contra de negar a los animales las características de racionalidad o lenguaje, ya que ellos/as son también poseedores de éstas en distintos grados. Poseen una inteligencia simplemente distinta a la nuestra, unas capacidades distintas a las nuestras, y un lenguaje distinto al nuestro. Es precisamente nuestra visión estrechamente especista la que les niega a los animales dichas capacidades, y da valor únicamente a las humanas. Solo hay que preguntar a cualquier persona que conviva o haya convivido con cualquier animal (monos, perros, gatos, pájaros, etc.) por las capacidades, el lenguaje y la inteligencia de dichos compañeros/as. No dudarán en responder y en explicarlo.
Y por otro lado, hay que recordar y resaltar también el hecho de que no todos los humanos, y sobre todo si miramos cada persona a lo largo de toda su vida, poseen las capacidades ya mencionadas, y las poseen al cien por cien. De hecho, una gran cantidad de personas, entre las que se encontrarían personas con edades muy avanzadas, diversidad funcional intelectual o niños y niñas de corta edad, no poseen estos atributos, y no por ello se les niega un estatus moral particular. Es importante entender que no se trata de pequeñas minorías o colectivos marginales, ya que todos, más tarde o más temprano, pasamos por períodos de nuestra vida durante los cuales carecemos de estas capacidades, o bien las poseemos de forma mermada, y por tanto, según esta línea argumentativa, se nos debería privar de toda consideración moral, o de nuestros derechos. Esto evidentemente no sucede, siendo así evidente el trasfondo especista que subyace en estos razonamientos. Exponemos toda esta casuística para rebatir y demostrar precisamente cuán profundo es nuestro enfoque especista, hasta qué punto estamos imbuidos en él como civilización, y qué difícil es erradicar todas estas concepciones, opiniones, actitudes y comportamientos. Pero en aras de una justicia y liberación animal, hay que hacerlo. Tenemos que conseguirlo como humanidad. No nos queda más remedio si pretendemos alcanzar como civilización un estadío de plena armonía con la Naturaleza y todos los seres vivos que ella alberga. No obstante, al hilo de este debate podemos enlazar con otro, porque recuérdese que estamos haciendo énfasis en aplicar nuestros criterios antiespecistas a todos los animales sintientes, pero es conveniente recalcar que no todos los animales lo son, y dado que gran parte del hilo argumentativo parte de esta afirmación, hoy día resulta ciertamente difícil establecer una línea clara que separe a los que son capaces de experimentar conscientemente dolor de los que no. Y ello porque es evidente que no es posible comparar la complejidad del sistema nervioso de un toro, de un caballo o de un chimpancé (muy similar al de nosotros los humanos) con la total inexistencia de éste en especies como la oruga o la hormiga. Para poder diferenciar animales sintientes (conscientes) de animales únicamente vivos, se pueden emplear una serie de criterios:
1.- El primero es el criterio fisiológico. A tal respecto, podemos afirmar con seguridad que un determinado animal posee sensibilidad cuando está dotado de un sistema nervioso centralizado que le permite al sujeto no solo recibir los estímulos, sino tener la experiencia (placentera o dolorosa) que le ocasiona tal estímulo. Todos los animales vertebrados, los primates y todos los grandes mamíferos poseen esta característica (en ello se basa el sensocentrismo, en oposición al antropocentrismo).
2.- El segundo es el criterio de la lógica evolutiva. Bajo este criterio, podemos concluir que la posibilidad de sufrir y disfrutar posibilita a los seres con la capacidad de moverse, pudiendo así huir de aquello que les daña, y acercarse a lo que les puede beneficiar. Sería en cierto modo absurdo que el animal desarrollara tal sensibilidad, pero luego no pudiese efectuar desplazamientos.
3.- El tercer y último criterio es la conducta. En este sentido, todo el lenguaje no verbal, es decir, todo el conjunto de gesticulaciones, posturas, sonidos, actitudes y comportamientos son manifestaciones que aportan motivos para creer que el sujeto puede estar sintiendo placer o dolor, y actuar en consecuencia.
La Teoría de la Evolución de las Especies de Charles Darwin dejó todos estos aspectos bien sentados científicamente, y en ella nos basamos para asegurar la veracidad de dichos patrones y criterios con total rotundidad. En última instancia, existe una sola diferencia entre el Especismo y las demás formas de discriminación (racismo, sexismo...), que consiste en que a diferencia de otras víctimas de injusticias, los animales no humanos no pueden liberarse por sí mismos de la discriminación y la crueldad a que son sometidos. Por eso somos nosotros, los humanos antiespecistas, los que debemos luchar por ellos, por su liberación. El Antiespecismo es, desde este punto de vista, un movimiento político y social, con un objetivo global para la humanidad, que es tratar a todos los seres vivos sintientes bajo los mismos criterios, desarrollando la empatía y la compasión para con todas las criaturas que compartimos nuestro planeta. Como objetivo final, el movimiento antiespecista persigue la consecución de un escenario político no discriminatorio, en el que los intereses de todos los sintientes no humanos sean protegidos mediante mecanismos robustos de derechos y garantías, alcanzando no solo la instauración de corpus legales y normativos al efecto, sino también de la extensión generalizada de una mentalidad antiespecista que respete y abogue por un trato digno para todos los animales. Hay que insistir en que el rechazo al Especismo no es expresión de una simple preferencia personal, sino que es una posición ética: si el Especismo es una discriminación arbitraria, entonces está moralmente injustificada. Dicha posición ética se manifestará en el rechazo a todas las formas de maltrato, explotación y sufrimiento animal (que ya han sido básicamente comentadas), así como en luchar para conseguir mejorar las vidas de todos las especies animales, cada una en su contexto. En este sentido, el movimiento antiespecista debe remover conciencias colectivas, pero no solo de personas individuales o de grupos concretos, sino también, y sobre todo, de Estados, instituciones, gobiernos y corporaciones empresariales. Así mismo, es fundamental actuar sobre los mercados, tanto locales como globales, para alterar las relaciones de poder en favor de un saldo más positivo en el trato hacia los animales.
Y por supuesto, el ámbito educativo es fundamental, porque como es lógico pensar, individuos educados en una sociedad menos dispuesta a tolerar los daños hacia los animales no humanos, y con menos dificultades para vivir sin explotarles, serán más receptivos a respetarlos plenamente. Pero viceversa, solo conseguiremos sociedades plenamente antiespecistas en el futuro, si previamente hemos educado a las generaciones futuras en dichos valores, para que los comprendan, los asimilen, los asuman y los practiquen. Hay que marchar hacia la liberación animal completa, absolutamente compatible con el Buen Vivir y toda su filosofía. El objetivo es alcanzar un futuro radicalmente diferente para todos los individuos sintientes, sin importar su especie u origen, un futuro de cooperación, de respeto, de integración, de armonía, de complementariedad, de dignidad, de colaboración, de empatía y de compasión para todos los seres vivos que integramos el gran ecosistema de la PachaMama, de la Madre Tierra. Como explica Manuel López Arrabal en este artículo para el medio digital Nueva Revolución: "Está claro que los avances que vayamos consiguiendo en este sentido irán aparejados, inexorablemente, de otros similares en el ámbito de la propia especie humana. En ambos casos, los logros de un lado repercutirán en el otro, puesto que todos los seres vivos estamos interrelacionados e íntimamente conectados. Formamos parte los unos de los otros, y por tanto, no podemos ignorar ni alejarnos del dolor que infligimos consciente o inconscientemente a los demás, sean humanos o no". Un grupo internacional de eminentes científicos firmó hace pocos años la Declaración de Cambridge sobre la Consciencia, en la que proclaman su apoyo a la idea de que los animales son conscientes en la misma medida en que lo son los seres humanos. En último término, la erradicación de la violencia especista, como cualquier otra clase de violencia, pasa por denunciarla, sacarla a la luz y darla a conocer. Esto permitirá que se vaya regulando cada vez más y mejor, en relación a las condiciones de vida de los animales. Y esta regulación normalizará las bases morales para nuevas sociedades antiespecistas, que no discriminarán entre humanos y resto de seres vivos. Aún nos queda mucho camino por recorrer en este sentido, pero es un camino que merecerá la pena ser recorrido. Continuaremos en siguientes entregas.